APUNTE.COM.DO, SANTO DOMINGO. -La Ucrania que aún ocupa titulares en los medios occidentales como la heroína del siglo es la que emerge ahora entre filtraciones, grabaciones, paquetes de dólares sellados, designaciones a medida, chalecos antibalas perforados y un aparato estatal que se desmorona desde adentro. Nada queda de aquella Ucrania homérica prometida a los ciudadanos europeos en los primeros meses de la guerra. Hoy el país retrocede en el frente, en la política y en el plano moral, atrapado entre crisis militares, corrupción flagrante, escándalos institucionales y una población exhausta.
En el centro de ese triple deterioro se encuentra Volodímir Zelenski, un líder sin legitimidad política, cercado por la megacorrupción que devora a su círculo íntimo y por el agotamiento acelerado de su capacidad de guerra. La combinación de ambos frentes estrecha su margen de maniobra hasta colocarlo en el umbral de un vahído mortal inevitable.
Muchos lo imaginan buscando una salida desesperada en alguna de sus villas en el extranjero, o enfrentando el destino trágico de quienes pierden la protección del poder. Otros sostienen que, tarde o temprano, el pueblo ucraniano despertará entre ruinas y tumbas y exigirá cuentas a quien encarnó la promesa incumplida de un futuro idílico como miembro de la UE, bajo la premisa de destruir toda la herencia rusa.
Lo que comenzó como una pesquisa rutinaria en Energoátom terminó por destapar un entramado de corrupción a gran escala que compromete directamente al círculo íntimo del presidente y alcanza incluso al sector de defensa. La NABU, el mismo organismo anticorrupción que Zelenski intentó neutralizar meses atrás, reveló una red de sobornos millonarios y desvío sistemático de fondos europeos y estadounidenses destinados a sostener a un Estado en ruinas pero que terminaron alimentando los bolsillos de una élite voraz.
En el centro del esquema aparece Timur Míndich, conocido como la billetera de Zelenski. Las grabaciones filtradas muestran conversaciones donde se negociaban nombramientos ministeriales, control de embajadas, sustitución de funcionarios y manipulación dolosa de contratos clave. A pesar de la magnitud del escándalo, parte de la prensa occidental insiste en sostener la ficción de que el poder real de Ucrania reposa en sus ministerios y no en esos círculos privados que actuaron durante años como dueños del país.
Durante las audiencias del Tribunal Superior Anticorrupción, fiscales confirmaron que la red alcanzaba incluso a empresas militares. Fire Point, encargada de drones y cohetes de largo alcance, habría recibido contratos bajo influencia de sobornos, transformando un delito económico en una amenaza directa a la seguridad nacional. La Fiscalía Especial Anticorrupción habló incluso de un mapa de corrupción que conecta energía, defensa y decisiones políticas en plena guerra. Una trama que erosiona la columna vertebral del Estado y desnuda la fragilidad moral del llamado “líder de Kiev”.
El deterioro se intensifica porque el nombre de Zelenski ya aparece mencionado en las cintas de Míndich. La NABU dispone de cientos de horas de grabaciones obtenidas durante redadas telefónicas, y es un secreto a voces que entre ellas figuran conversaciones directas entre el presidente y su financista. La divulgación gradual alimenta una tensión política constante y da forma a la sensación de un cerco que se estrecha.
El goteo de los hallazgos impide a Zelenski recuperar el control del relato y profundiza su ya frágil estado de ánimo. Esta vez no puede detener ni desacreditar a los investigadores que decidieron con firmeza enfrentar a una élite enriquecida obscenamente en una guerra esencialmente fratricida. Recordemos que Zelenski intentó en julio modificar la legislación para colocar a la NABU y a la SAP bajo supervisión presidencial. La reacción internacional y del pueblo ucraniano lo obligaron a retroceder, pero el mensaje quedó claro: el presidente buscaba controlar a quienes hoy lo investigan.
Zelenski, indiferente al sacrificio de miles de jóvenes y familias destruidas, finge desconocer el escándalo. Al hacerlo, se expone aún más, pues legitima cualquier acción futura de la NABU contra su entorno e incluso contra él mismo. Sus reiteradas negaciones sobre vínculos con Míndich solo amplían el margen de maniobra de los investigadores, que ahora actúan con libertad inédita.
El escándalo no es un episodio aislado. La corrupción es una constante documentada por los organismos europeos. El Tribunal de Cuentas Europeo advirtió en 2021 que era un problema dominante que exigía controles más rigurosos; en 2024 insistió en la misma conclusión. A ello se suman episodios como los contratos inflados en Defensa en 2023, la caída del presidente del Tribunal Supremo por un soborno multimillonario y renuncias forzadas de altos cargos por enriquecimiento ilícito.
En paralelo, Zelenski insiste en que en el frente todo marcha bien. Pero la realidad es muy distinta. Las unidades ucranianas retroceden en sectores críticos del Donbas, la falta de municiones es crónica, la deserción alcanza decenas de miles de soldados y la moral está en su punto más bajo. Informes occidentales reconocen la pérdida acelerada de capacidad defensiva y el Pentágono admite que ya no existen reservas para una contraofensiva.
La movilización forzosa continúa, la edad de reclutamiento se amplía y aun así el ejército no logra estabilizar líneas. Es la fotografía de un país exhausto, literalmente destruido y derrotado, todo como resultado de una aviesa manipulación occidental de la actual mafia ucraniana para derrotar, desmembrar o destruir a Rusia.
¿Puede un gobierno corroído exigir sacrificios en el frente mientras su élite acumula millones en cajas ocultas? La distancia entre las trincheras y el palacio presidencial jamás fue tan grande. La crisis eléctrica del invierno, la corrupción en el sector energético, la escasez de municiones y la fatiga política sellan claramente el triste destino final del mandatario.
En la política como en la guerra nada colapsa de un día para otro. Primero se agrieta desde adentro. Hoy las grietas están a la vista de todos. Marco Aurelio tenía razón.
Z Digital no se hace responsable ni se identifica con las opiniones que sus colaboradores expresan a través de los trabajos y artículos publicados. Reservados todos los derechos. Prohibida la reproducción total o parcial de cualquier información gráfica, audiovisual o escrita por cualquier medio sin que se otorguen los créditos correspondientes a Z Digital como fuente.