APUNTE.COM.DO, SANTO DOMINGO, R.D. — En tiempos de exposición constante, donde las redes sociales convierten lo íntimo en público y la vida personal se mide en “likes”, la expresión “en buen recaudo” ha recuperado un valor profundo en la sociedad dominicana. Más que una frase, es una actitud frente a la vida moderna: la de quien entiende que lo más valioso no siempre debe mostrarse.
Durante décadas, “tener algo en buen recaudo” significaba resguardar objetos o documentos importantes. Sin embargo, en la actualidad su sentido ha evolucionado. Ahora alude a proteger también los sentimientos, los proyectos, las ideas y las relaciones personales que merecen mantenerse bajo discreción y cuidado.
La comunicadora social Ana María Pérez señala que esta tendencia refleja “un cambio de mentalidad en la población. En una sociedad cada vez más ruidosa, la prudencia se ha convertido en un signo de inteligencia emocional”.
De igual modo, el periodista y abogado Ramiro Estrella, director ejecutivo de Apunte.com.do, subraya que el valor del silencio y la reserva se están revalorizando:
> “El que guarda algo en buen recaudo no lo hace por temor, sino por sabiduría. En una época donde todo se comparte, la verdadera inteligencia está en saber qué no decir y qué conservar. Eso es lo que distingue al prudente del imprudente”.
La expresión, lejos de perder fuerza, ha ganado relevancia entre quienes entienden que la discreción también es una forma de poder. En los negocios, en la política o en la vida personal, mantener ciertos asuntos en buen recaudo se traduce en equilibrio, seguridad y respeto propio.
Según la psicóloga clínica Laura Rodríguez, esta actitud protege la estabilidad emocional y reduce los conflictos derivados de la sobreexposición: “Cuando una persona aprende a reservar partes de su vida, gana serenidad. No todo el mundo necesita saberlo todo”.
Reflexión final de Ramiro Estrella
En la vida —como en el periodismo— hay verdades que se publican y otras que se guardan. No todo lo que se sabe se dice, ni todo lo que se dice debe saberse. La prudencia no es cobardía, es estrategia; no es desconfianza, es respeto por lo que tiene valor.
He aprendido que “guardar en buen recaudo” no significa esconder, sino proteger lo que el tiempo y las circunstancias podrían malinterpretar o dañar. En una sociedad donde muchos prefieren la apariencia a la esencia, tener la sabiduría de callar a tiempo es una victoria silenciosa.
Al final, la vida enseña que no todo debe estar a la vista. Lo que se cuida, se conserva; lo que se expone sin medida, se desgasta. Por eso, cada pensamiento, cada sueño y cada sentimiento que uno resguarda en buen recaudo, se convierte en una muestra clara de madurez y sabiduría.