APUNTE.COM.DO, SANTO DOMINGO. -En la vida cotidiana, las decisiones simples muchas veces se convierten en motivo de debate público, y un relato popular lo ilustra con claridad. La historia inicia con un abuelo caminando junto a su nieto menor de edad, llevando consigo un burrito, un animal capaz de facilitar su recorrido.

Al principio, el nieto fue colocado sobre el burrito, mientras el abuelo caminaba a su lado. La escena parecía natural, pero un transeúnte crítico los observó y cuestionó la elección: “Por su edad avanzada, él debería ir montado en el animal”, dijeron. Ante la presión de la opinión ajena, decidieron cambiar la posición: el abuelo subió al burrito y el niño caminó. Sin embargo, esta decisión tampoco fue aceptada; muchos argumentaron que el niño era quien debía cabalgar, pues era más frágil y pequeño.

No conformes con las críticas, probaron una tercera opción: ambos montados sobre el burrito. Pero las críticas continuaron, esta vez acusándolos de “abusar del animal” y de no cuidar su bienestar. La respuesta social parecía imposible de satisfacer.

Finalmente, el abuelo optó por caminar junto a su nieto, dejando que el burrito se desplazara libremente. Paradójicamente, esta decisión generó nuevas burlas: algunos consideraban ridículo que caminaran mientras tenían un animal disponible para montar. La historia ilustra de manera clara la naturaleza humana: por más que intentemos complacer a los demás, siempre habrá quien critique nuestras decisiones.

En la vida real, este relato se refleja en múltiples escenarios. Desde el entorno familiar hasta el profesional, las personas enfrentan juicios constantes sobre cómo actúan, cómo visten, cómo hablan o cómo educan. La lección es doble: primero, que no podemos vivir buscando la aprobación de todos; segundo, que nuestras decisiones deben basarse en el bienestar propio y de quienes dependen de nosotros, no en la opinión de terceros.

La enseñanza final es sencilla pero profunda: como quiera dicen, como quiera hablan. El verdadero reto está en mantener la calma, la coherencia y la seguridad en uno mismo, aprendiendo a distinguir entre las críticas constructivas y aquellas que solo buscan generar controversia o burla.

Este relato, aunque aparentemente infantil o anecdótico, es un recordatorio de la resiliencia necesaria para vivir con tranquilidad en un mundo lleno de opiniones divergentes y de cómo la firmeza y la paciencia son virtudes esenciales para navegar la vida diaria.