La noche que debía ser de música, alegría y celebración, terminó convirtiéndose en una de las más trágicas páginas de nuestra historia reciente. El colapso del techo de la discoteca Jet Set, un icónico centro de entretenimiento de la capital, dejó 221 víctimas fatales. Entre ellos, un reconocido artista, dos ex peloteros de grandes ligas, una gobernadora, el hijo de un ministro y su esposa —ligada al grupo Popular— junto a otros miembros de esa respetada familia.
Es una tragedia que nos sobrecoge, nos rompe el alma y nos deja sin palabras. Familias enteras enlutadas, sueños apagados en segundos, abrazos que no se darán más. Personas que solo buscaban un espacio de esparcimiento, un momento de alegría, encontraron la muerte de forma inesperada y dolorosa.
Lo más desgarrador de todo es que, según informaciones preliminares, esta tragedia pudo haberse evitado. Hay fuertes indicios de que el local presentaba fallas estructurales conocidas por los administradores del lugar, lo que hace el caso aún más indignante y cruel. La posible negligencia y falta de responsabilidad deben ser investigadas hasta las últimas consecuencias. No podemos permitir que la impunidad agrave aún más el sufrimiento de quienes hoy lloran a sus seres queridos.
Estamos consternados. El país entero guarda un silencio dolido, abrazando desde la distancia a todas las familias afectadas. Solo nos queda pedir a Dios misericordia para las almas que partieron y conformidad para aquellos que quedan con el corazón destrozado.
Que esta tragedia no quede solo en el lamento. Que sea un punto de inflexión para reforzar las normas de seguridad en lugares públicos y para exigir un ejercicio más humano y consciente de la administración de espacios de entretenimiento.
Hoy, más que nunca, estamos de luto.