APUNTE.COM.DO, SANTO DOMINGO, R.D. – La posibilidad de detener el envejecimiento, un sueño que por siglos ha acompañado a la humanidad, podría convertirse en realidad a partir del año 2032, según proyecciones de científicos que trabajan en terapias de rejuvenecimiento celular y longevidad genética.
De acuerdo con diversos centros de investigación en biotecnología, entre ellos Altos Labs, Rejuvenate Bio y laboratorios adscritos a la Universidad de Harvard, los avances en la reprogramación de células envejecidas permitirán detener el proceso biológico del envejecimiento e incluso revertir algunos de sus efectos.
Los estudios, basados en la manipulación de genes y el uso de proteínas que regeneran tejidos, apuntan a que en menos de una década será posible restaurar órganos y tejidos humanos, lo que marcaría el inicio de una nueva era médica: la era del rejuvenecimiento.
Expertos estiman que, con estas tecnologías, las personas podrían mantener la apariencia y funcionalidad de los 40 años durante gran parte de su vida, siempre que adopten hábitos saludables y reciban tratamientos periódicos de reprogramación celular.
Sin embargo, otros científicos advierten que aún hay desafíos éticos, económicos y sociales que resolver, ya que los primeros tratamientos podrían ser costosos y accesibles solo para una élite, generando desigualdad biológica entre quienes puedan pagar por “no envejecer” y quienes no.
El debate está abierto: ¿estamos preparados para un mundo donde la vejez deje de existir?
Lo cierto es que la ciencia avanza a pasos acelerados, y todo indica que el envejecimiento, como lo conocemos, podría tener fecha de vencimiento: el año 2032.
Opinión
Ramiro Estrella, periodista y abogado, considera que la posibilidad de detener el envejecimiento representa “uno de los mayores desafíos morales y sociales del siglo XXI”. A su juicio, “la ciencia puede lograrlo, pero la humanidad debe decidir cómo hacerlo sin perder su esencia ni su equilibrio social”. Añade que “si la juventud eterna se convierte en privilegio de unos pocos, la desigualdad podría ser tan peligrosa como la propia enfermedad”.