APUNTE.COM.DO, SANTO DOMINGO. – En una era marcada por la productividad, el “éxito” visible y las relaciones funcionales, es paradójico afirmar que para la felicidad más auténtica necesitamos amigos que no nos “sirvan” en el sentido tradicional. Pero justo ese tipo de amistades —las que no se sustentan en méritos, favores, conexiones, o rendimiento— pueden ser precisamente las que más nos enriquezcan.
¿Qué entendemos por amigos “inútiles”?
Son amistades que:
No medimos en términos de lo que nos aportan: ni empleo, ni negocio, ni prestigio.
Simplemente están ahí para compartir el tiempo, el silencio, la carcajada, sin agenda.
Aceptan quiénes somos, sin exigir que “rindamos” como persona.
Nos brindan refugio, desahogo, complicidad.
En un mundo donde todo se cuantifica —“¿qué me conviene?”, “¿qué relación me da?”, “¿cuál es el valor de esta persona para mí?”— los amigos “inútiles” nos liberan de ese cálculo. Nos recuerdan que la amistad no es un instrumento, sino un fin en sí mismo.
La perspectiva del experto de Harvard University
El profesor Arthur C. Brooks, de Harvard, experto en felicidad y liderazgo, ha planteado con claridad una idea que conecta muy bien con esta reflexión:
> “Los amigos de verdad son ‘inútiles’ en un sentido utilitario. Igual que tu familia, te quieren por quién eres, sin importar tu cargo, poder o estatus.”
Brooks distingue tres tipos de amistades —inspiradas en la tipología aristotélica— y señala que las que más plenitud traen son aquellas que no dependen de lo que obtenemos de la otra persona.
Según Brooks:
1. Amistades de utilidad (“utility friendships”): relaciones básicamente funcionales, transaccionales, de conveniencia.
2. Amistades de placer (“friendships of pleasure”): compartimos intereses, diversión, lo que nos agrada mutuamente.
3. Amistades perfectas / virtuosas: aquellas donde la amistad tiene como objetivo el bien del otro, la virtud, la elevación mutua. No se basa en utilidad ni sólo en placer.
En su visión, cuando la amistad no se fundamenta en “qué me das” o “qué me haces”, sino en “quién eres tú”, entonces somos realmente afortunados.
¿Por qué este tipo de amistad favorece la felicidad?
Porque libera de la presión de “tener que servir” o “valer” por algo.
Porque permite ser vulnerables, simplemente humanos, sin etiquetas.
Porque genera una sensación de pertenencia y de descanso emocional: estar con alguien sin rendimiento es un acto de amor.
Porque la ciencia lo respalda: según un estudio de la misma Harvard, la felicidad se propaga en redes sociales hasta tres grados de separación, lo que evidencia cómo nuestras conexiones importan mucho para nuestro bienestar.
Conclusión
El verdadero valor de la amistad puede residir en lo “inútil”: en esa relación que precisamente no produce nada medible, pero sí construye todo lo invaluable.
Y usted —¿cuántos amigos “inútiles” tiene en su vida? ¿Cuántos están ahí sólo por usted?