APUNTE.COM.DO, Santo Domingo, RD – En muchos hogares dominicanos, es frecuente ver a hijos adultos que asumen un papel protector extremo sobre sus padres, convencidos de que lo hacen por su bienestar. Lo que en apariencia parece cuidado puede convertirse, sin embargo, en una forma de control que afecta la autonomía, la dignidad y hasta la economía de los progenitores.

Historias cotidianas

María Gómez, de 78 años, relata cómo su hijo la acompaña incluso para ir a la tienda, revisa su dinero y decide por ella qué ropa comprar. “Sé que lo hace por amor, pero a veces me siento infantilizada, como si no pudiera pensar por mí misma”, confiesa.

Don José Martínez, de 83 años, cuenta que su hija controla todos los gastos de su pensión y decide en qué puede gastar su dinero, a pesar de que él goza de perfecta salud mental. “Ella dice que es por mi bien, pero siento que ya no tengo libertad ni siquiera sobre mi propio dinero”, expresa con frustración.

Motivaciones y riesgos

Según la psicóloga familiar Ana Martínez, este control surge de preocupación genuina por la salud, seguridad y economía de los padres, pero cuando se traduce en supervisión constante, limitación de decisiones y control financiero, se vuelve perjudicial. “Muchos hijos creen proteger, pero terminan tomando decisiones que no les corresponden, incluso sobre bienes y dinero de padres adultos completamente competentes. Esto genera frustración, resentimiento y dependencia emocional inversa”, explica.

El efecto no es solo emocional: los padres pueden sentir pérdida de autonomía y autoestima, además de sufrir estrés y sensación de incapacidad al no poder administrar su patrimonio.

Protección extrema en edades avanzadas

 

Aunque la independencia debe respetarse siempre, los especialistas coinciden en que, a partir de los 85 años, un nivel mayor de supervisión económica y personal puede ser necesario, especialmente si existen problemas de movilidad, memoria o salud. “A esa edad, es válido acompañar más de cerca a los padres, incluso en decisiones financieras, pero siempre respetando su voluntad y evitando imposiciones”, aclara Martínez.

Claves para un equilibrio saludable

1. Diálogo respetuoso: expresar preocupaciones sin imponer.


2. Reconocer la autonomía: aceptar que los padres adultos pueden decidir sobre su vida y su dinero, incluso si difiere de lo que los hijos esperan.


3. Establecer límites claros: diferenciar entre acompañamiento y control, tanto en la vida cotidiana como en la administración del dinero; nunca asumir el manejo total de los recursos financieros de los padres sin su consentimiento.


4. Fomentar confianza mutua: ofrecer consejos y acompañamiento económico solo cuando se solicite, respetando siempre que los padres sigan siendo responsables de sus propios bienes y decisiones financieras.

Conclusión

Acompañar a los padres con respeto fortalece los vínculos familiares y protege su autonomía, autoestima y felicidad. La intención de proteger nunca debe convertirse en privación de libertad o control económico indebido, salvo en casos excepcionales de edad avanzada o limitaciones evidentes que requieran supervisión extrema.

El amor verdadero se demuestra acompañando, no controlando, y dejando que los padres sigan siendo dueños de sus decisiones, incluso sobre su dinero, mientras la vida se los permita.