No hay mal que por bien no venga
APUNTE.COM.DO.- REDACCIÓN INTERNACIONAL. En medio de las dificultades que sacuden la vida personal, social y colectiva, hay una frase que sigue resonando con fuerza:
“No hay mal que por bien no venga.”
Aunque sencilla, esta expresión encierra una de las verdades más poderosas de la experiencia humana: que incluso en medio del dolor, de la pérdida o del fracaso, puede nacer algo positivo, inesperado y transformador.
El refrán que nace de la vida misma
“No hay mal que por bien no venga” no es un simple consuelo. Es una declaración de esperanza práctica, una forma de ver el mundo con ojos resilientes. No niega el sufrimiento, pero tampoco se queda atrapado en él.
Esta sabiduría popular ha cruzado generaciones, culturas y fronteras porque nace de una observación real: que muchas veces, lo que parece una desgracia termina abriendo puertas que nunca se habrían imaginado.
Cuando lo malo se convierte en impulso
Las historias sobran. Una enfermedad que obliga a una persona a detenerse y cambiar su estilo de vida. Un despido laboral que lleva al emprendimiento. Una ruptura sentimental que abre espacio para el amor propio. El mal, cuando no se elude sino que se enfrenta y se comprende, puede ser semilla de transformación.
Durante desastres naturales, crisis económicas o conflictos sociales, se han visto comunidades más unidas, tecnologías nuevas, reformas justas y conciencia social que antes no existía. No se trata de minimizar el daño, sino de encontrar el bien posible después de la tormenta.
Una mentalidad que sana y construye
Este refrán nos invita a cambiar el enfoque. A dejar de preguntarnos solo “¿por qué me pasa esto?” y comenzar a preguntarnos “¿para qué me está pasando esto?”.
Es un llamado a mirar más allá del presente, a confiar en que el dolor puede tener propósito y que, con el tiempo, hasta la herida más profunda puede dar frutos inesperados.
No es resignación, es transformación
Hay quienes malinterpretan la frase como resignación. Nada más lejos de la verdad. “No hay mal que por bien no venga” no significa quedarse de brazos cruzados esperando que la suerte cambie.
Significa buscar activamente el aprendizaje, la oportunidad, la fortaleza o la lección que puede nacer del mal vivido. Es una forma de resistir sin amargura, de seguir caminando con la mirada en alto.
Un mensaje vigente para todos
Hoy, más que nunca, en un mundo marcado por guerras, polarización, crisis climática, pérdidas personales y retos colectivos, esta frase adquiere una nueva dimensión.
Nos recuerda que la adversidad puede ser maestra, que el caos puede traer orden, y que incluso en el fracaso puede nacer una nueva versión de nosotros mismos.
Porque, como dice el pueblo con sabiduría, con dolor y con esperanza:
No hay mal que por bien no venga.