APUNTE.COM.DO.- SANTO DOMINGO,REPUBLICA DOMINICANA. — La Semana Santa de 2025 será recordada no solo por el recogimiento espiritual ni por los habituales desplazamientos hacia playas y montañas. Esta vez, la nación entera cargará en sus hombros el peso de una tragedia sin precedentes que ha cambiado, para siempre, el rostro de estas festividades: el colapso del techo de la icónica discoteca Jet Set, que cobró la vida de 231 personas (hasta el momento) y dejó un saldo de más de 200 heridos.

Este suceso -ocurrido en la madrugada del martes pasado (8 de abril)-  ha conmocionado a la sociedad dominicana en sus fibras más profundas. Lo que inició como una noche de alegría y reencuentros entre amigos, terminó en luto nacional y en una urgente reflexión sobre la seguridad, la responsabilidad institucional y la cultura de entretenimiento durante una época que tradicionalmente llama a la paz y la introspección.

El simbolismo de una fecha sagrada

No se trató solo de una tragedia arquitectónica o de una irresponsabilidad humana. Mientras las iglesias conmemoran la pasión, muerte y resurrección de Cristo, un país entero presenciaba otra pasión, otra muerte que no debió suceder.

Para muchos, el Jet Set no era solo un lugar de fiestas, era un ícono de la vida nocturna dominicana, una catedral profana del gozo musical. Que su caída coincidiera con la fecha más sagrada del calendario cristiano ha dejado a millones preguntándose si el país ha perdido el rumbo o si es tiempo de un verdadero cambio.

Un llamado urgente a la conciencia nacional

La tragedia ha destapado, como tantas veces ocurre en esta tierra de la resiliencia selectiva, una serie de negligencias sistemáticas. Informes preliminares apuntan a fallas estructurales que fueron advertidas en múltiples ocasiones. También se investiga la presunta sobreventa de boletos para la actividad, con una asistencia que superó por mucho la capacidad real del lugar.

¿Dónde estaban los organismos de control?

Las preguntas se multiplican, y con ellas crece la indignación de una ciudadanía que ya no tolera más muertes evitables.

El impacto en la forma de celebrar la Semana Santa

Más allá del dolor inmediato, esta tragedia marcará un antes y un después en la forma de celebrar Semana Santa en la República Dominicana. Se espera que las autoridades reevalúen la emisión de permisos para actividades masivas durante estos días y que los ciudadanos reconsideren el verdadero sentido de la Semana Mayor.

Las víctimas: rostros de una tragedia nacional

No eran simplemente asistentes a una fiesta. Eran padres, madres, hermanos, estudiantes, profesionales… personas con sueños, con esperanzas, con historias. En todo el territorio nacional y hasta en el ábmito internacional las lágrimas se mezclan con el asombro. Muchas familias aún buscan respuestas, muchas otras solo han recibido ataúdes.

Los hospitales, aún colapsados por la cantidad de heridos, se convirtieron en epicentros de dolor. El personal médico, aunque heroico, ha denunciado la falta de insumos y recursos para atender una emergencia de tal magnitud.

Lecciones de un país que no puede seguir igual

La República Dominicana ha sido testigo de otras tragedias, pero pocas han calado tan hondo como esta. El Jet Set cayó físicamente, pero el golpe más fuerte lo recibió nuestra conciencia nacional. Si de esta experiencia no surgen reformas concretas, si no se honra la memoria de los fallecidos con cambios reales, entonces habremos perdido mucho más que un edificio.

La Semana Santa ya no será la misma. No podrá serlo. La memoria de esas 231 almas no lo permitirá. Que esta fecha, marcada por la cruz, el sacrificio y la redención, nos sirva también como nación para reflexionar, para cambiar, para construir un país donde el entretenimiento no sea sinónimo de riesgo, donde la vida valga más que una taquilla, y donde nunca más se repita una tragedia como esta.