La noche que prometía ser de alegría y celebración terminó en una escena de horror, llanto y pérdida irreparable. El derrumbe del techo de la discoteca Jet Set ha dejado, hasta el momento, 103 personas fallecidas. Entre las víctimas figuran un reconocido artista, dos ex peloteros, una gobernadora, el hijo de un ministro y su esposa —ligada al grupo Popular—, además de otros miembros de esa distinguida familia.
El país entero está de luto. La magnitud de esta tragedia ha estremecido a cada rincón de la sociedad dominicana. Son vidas que se apagaron de forma inesperada, familias que quedaron rotas, corazones que no volverán a latir al mismo ritmo. Personas que salieron en busca de esparcimiento y alegría encontraron la muerte en medio del descuido y, posiblemente, la irresponsabilidad.
Y es aquí donde debe ponerse el acento: los responsables deben rendir cuentas. Las informaciones preliminares apuntan a que el local presentaba condiciones estructurales comprometidas, conocidas por los administradores y, aun así, mantenidas en funcionamiento. De ser así, hablamos no solo de negligencia, sino de una cadena de decisiones que desembocaron en esta tragedia evitable.
No basta con llorar a las víctimas. Es deber del Estado y de la sociedad exigir justicia. Que no se maquille el dolor con comunicados vacíos ni se esconda la verdad entre excusas técnicas. Aquí hay vidas humanas perdidas por una posible falta de previsión, control y respeto por la vida ajena.
Elevamos una oración por los que partieron y abrazamos en el alma a quienes quedaron con la tristeza irreparable. Pero también alzamos la voz: esto no puede quedar impune. No puede repetirse.
Hoy, más de que nunca esaamos de luto. La música se ha apagado. Y en su lugar, retumba el eco de un país que exige respuestas.