Asimismo, mientras estaba hospitalizado, el médico indicó que tenía consigo un cargo de conciencia porque se sentía ineficaz y muchos de sus pacientes fallecieron a consecuencia del virus del ébola.

NUEVA YORK.- Un doctor manifestó que fue diagnosticado con la enfermedad del ébola en el año 2014 y que años después se enfrentaba a la pandemia del Covid-19, explica que es muy probable que no podamos evitar el surgimiento de futuras enfermedades.

Asimismo, mientras estaba hospitalizado, el médico indicó que tenía consigo un cargo de conciencia porque se sentía ineficaz y muchos de sus pacientes fallecieron a consecuencia del virus del ébola.

En los primeros días de mi enfermedad, me obsesioné con mi mortalidad, una fijación comprensible, dadas las altas probabilidades de que no sobreviviera. Sin embargo, cuando quedó claro que superaría la enfermedad (como muchas de las personas que recibieron tratamiento en Estados Unidos lo hicieron al final), recuerdo haber sentido consuelo al pensar que nunca tendría que experimentar la tristeza y la desesperación que vi en esos hospitales construidos de forma apresurada en Guinea en 2014. Con certeza, el mundo nunca volvería a ser sorprendido sin prepararse para algo así.

En marzo de 2020, a medida que los casos de COVID-19 aumentaban en la ciudad de Nueva York, me di cuenta de que estaba equivocado. Como médico de urgencias, muchos días veía a más gente morir en mi hospital —uno de los mejores de Estados Unidos, en una de las ciudades más ricas del mundo— de la que vi mientras trataba el ébola en África Occidental. La covid fue aleccionadora: reveló lo vulnerables que somos a las amenazas pandémicas.

Elegí, como profesión, responder a brotes en otros continentes. Y acepté que hacerlo conlleva un riesgo. Muchos otros trabajadores de la salud en todo el mundo y yo prevemos que continuará la respuesta, ya que toda la evidencia apunta a un futuro plagado de más patógenos y pandemias. Sin embargo, los legisladores deben prestar atención a las advertencias de la primera línea. No estar preparados de manera perpetua para los brotes de enfermedades globales no es el futuro que la sociedad desea, pero es nuestro destino si no construimos los cimientos para la siguiente amenaza pandémica.

Al comienzo de cada brote, existe una ventana pequeña en la que la respuesta hace la diferencia entre la contención y la catástrofe. A medida que la crisis disminuye, una ventana similar existe cuando hay suficiente voluntad entre las personas y los políticos para impulsar una mejor preparación para otras pandemias. Con la covid, esa ventana se está cerrando con rapidez.

La  una pandemia que ocurre una vez cada siglo, pero eso no significa que ahora tendremos 100 años de tranquilidad. En nuestro pasado reciente, brotes de viruela y fiebre amarilla han diezmado a poblaciones con frecuencia. Las vacunas y los nuevos tratamientos ayudaron a cambiar el rumbo, pero con un aparente aumento en enfermedades nuevas, ese equilibrio parece estarse inclinando de vuelta a resultados funestos.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha declarado seis emergencias de salud pública de preocupación internacional desde 2014. Los brotes del ébola se están incrementando en frecuencia. Hay uno muy preocupante en este momento en Uganda, causado por una especie de virus del Ébola para la cual no hay un tratamiento de fármacos o vacunas aprobados. Incluso padecimientos alguna vez controlados han resurgido; la polio está circulando de nuevo en Estados Unidos, tras haber sido eliminada aquí hace décadas.

Diversos factores están detrás del aumento en el número y la diversidad de los brotes. El cambio climático está alterando el movimiento de anfitriones y patógenos por igual. El incremento de la población los acerca a ambos, con lo que aumenta la probabilidad de una infección por derrame de animales a humanos. Además, la migración global y las redes comerciales permiten que tales amenazas viajen mucho más lejos antes de que las redes de vigilancia las identifiquen o las restricciones de viaje puedan prevenir su importación de manera efectiva.

Aun así, tras la mayoría de las principales amenazas a la salud pública —HIV, ántrax, SRAG, ébola—, las inversiones y el interés siempre llegan a puntos álgidos solo para decaer en ciclos predecibles. Aunque la covid causa más de 300 muertes diarias en Estados Unidos, un saldo en gran medida prevenible que podría equivaler al doble de nuestra peor temporada de influenza, el Congreso sigue sin ser capaz de garantizar financiamiento para vacunas contra la covid y respuestas efectivas en el futuro, mucho menos 88.000 millones de dólares solicitados a lo largo de cinco años para preparación pandémica y biodefensa. Además, si el control político de la Cámara de Representantes y del Senado cambia de manos pronto y el liderazgo en la Casa Blanca cambia en 2024, la probabilidad de inversión sostenida en preparación podría estar incluso en mayor riesgo.

Incluso si la próxima pandemia está a años de distancia, es probable que tengamos solo algunos meses para sentar las bases para prepararnos para ella. Así que, ¿qué se debe hacer?

Decenas de reformas son necesarias y debatidas, pero tres áreas requieren atención e inversión inmediatas: vigilancia sanitaria, fortalecimiento de personal de salud a nivel global y acceso equitativo garantizado a tratamientos y vacunas.

Es probable que no podamos evitar el surgimiento de amenazas pandémicas futuras y eso es lo que hace que detectarlas con rapidez sea de vital importancia. Sin embargo, no puedes ver lo que no estás buscando.

Se necesita una ampliación masiva de la vigilancia sanitaria no solo en las naciones ricas, sino también en los países de ingresos bajos y medianos, así como en las áreas de crisis humanitaria. La OMS coordina una red internacional de laboratorios de influenza que realizan vigilancia de la gripe durante todo el año.

Un consorcio de científicos que rastrean la evolución del coronavirus se ha formado en África y ahora más de dos tercios de los países en el continente son capaces de secuenciar genomas. Estos podrían servir como modelos.

Una preparación pandémica sólida también exige un incremento dramático en la fuerza de trabajo de atención a la salud. El Hospital Bellevue, donde fui tratado por ébola, tenía casi tantos médicos en su personal como los que ejercían en Guinea, Liberia y Sierra Leona —los países más afectados durante la epidemia de ébola— combinados, según los estimados de un informe de 2015 del Banco Mundial.

La OMS estima que se necesitarán 15 millones de trabajadores de la salud adicionales para 2030, principalmente en países de ingresos bajos o medianos. Como con el ébola y la covid, a menudo son los médicos o las enfermeras locales quienes reconocen nuevos patrones de enfermedad y alertan sobre ellos a las autoridades sanitarias para mayor investigación. Sin una primera línea sólida, muchos de esos focos rojos no serán detectados, lo que derivará en consecuencias potencialmente perjudiciales.

También existe una necesidad urgente de una mayor capacidad para crear tratamientos y vacunas en lugares donde con frecuencia hay escasez y son los últimos en la fila de distribución. Antes de la pandemia de covid, el 99 por ciento de las vacunas usadas en África eran importadas. Incluso ahora, esa cifra permanece casi sin cambios. Esto explica en gran medida por qué tres cuartas partes de las personas en países de altos ingresos han sido vacunadas con al menos una dosis contra la covid, en comparación con solo un cuarto en naciones de bajos ingresos.

Cuando la viruela del mono llegó a los países occidentales, hubo un esfuerzo de parte de países de altos ingresos para poner sus suministros anteriores de vacunas en viales tan rápido como fuera posible. Las campañas de vacunación comenzaron con rapidez en Nueva York, Montreal y Berlín. Sin embargo, no hubo una urgencia similar para expandir de manera dramática el suministro global de vacunas conforme la viruela del mono circuló en Nigeria durante los pasados cinco años. O cuando los casos de viruela del mono repuntaron de manera reciente en un campamento de refugiados en Sudán.

La Casa Blanca advirtió en su plan de preparación pandémica que a pesar de lo terrible que ha sido el número de víctimas de la covid, “las futuras pandemias podrían ser mucho peores”. Seguimos estando a un simple intercambio genético del genoma de la influenza de vivir una pandemia más catastrófica que cualquier cosa que hayamos experimentado en la historia reciente.

La pandemia de covid ha matado a casi tantos estadounidenses como los soldados estadounidenses que perdieron la vida en nuestras cuatro guerras combinadas.

Necesitamos tratar la preparación pandémica como una prioridad permanente, como lo hacemos con nuestra defensa nacional, a la cual se destinan cientos de miles de millones de dólares en financiamiento anual incluso en tiempos de paz. Si permitimos que la destrucción causada por la covid ocurra de nuevo en el futuro, nosotros seremos los únicos culpables, no un patógeno pandémico.