La muerte es la verdad de la vida

“La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida” (José Martí)
La muerte sigue siendo un misterio, algo muy complejo por ser la etapa que nadie quiere agotar o llegar o más bien el final que nadie quiere tener.

Tenemos que entre los hombres y los seres humanos hay muchas verosimilitudes y también muchas inverosimilitudes, o sea, cosas que pueden ser creíbles y otras que no son para nada creíbles.

Es muy probable que entre los animales y (animales) humanos existan muchos rasgos distintivos, pero quizás el único rasgo auténtico y claramente distintivo sea “el de que los animales se mueren y los hombres sabemos que nos vamos a morir. Los animales viven esforzándose por no morir; los hombres vivimos luchando por no morir y a la vez pendientes de que en cualquier momento tendremos que morir. A diferencia de los demás animales, benditos que son, el hombre tiene experiencia de la muerte y memoria de la muerte y premonición cierta de la muerte”. (Fernando Savater, Política para Amador, Pág. 11).

Por eso los animales «corrientes» procuran evitar la muerte pero ésta suele llegarles sin esfuerzo y sin alarma, como el sueño de cada noche; en cambio, los humanos no sólo tratamos de prolongar la vida, sino que nos rebelamos contra la muerte, nos sublevamos contra su necesidad, inventamos cosas para contrarrestar el peso de su sombra.

Aquí reside la fundamental diferencia entre la sociedad de los hombres y las sociedades del resto de los animales llamados sociales: estos últimos han evolucionado hasta formar grupos para mejor asegurar la conservación de sus vidas mientras que nosotros pretendemos... la inmortalidad. Claro que buscar la inmortalidad es inasequible para el hombre, no importa lo que hagamos, porque la gran verdad es la muerte.

El hombre siempre ha tratado de buscar la verdad, algo que ha definido como la concordancia que existe entre lo que se dice, piensa y cree, y lo real (lo cierto, de lo que se no puede dudar). A simple vista esta definición parece no acarrear grandes problemas para la vida cotidiana, pero se topa con ciertas limitaciones cuando se la analiza de una manera más profunda.

La verdad es que no sabemos buscar la felicidad, la buscamos en cosas que no tienen verdadero valor, postergamos nuestra felicidad pensando que somos eternos y que tenemos la vida asegurada, cuando la felicidad está en las cosas sencillas simples que solo las puede apreciar un alma y corazón sencillo que reconoce que cada día de su vida es un regalo.

Ya hemos dicho que supone la concordancia entre aquello que afirmamos con lo que se sabe, se siente o se piensa. De allí que el concepto de verdad también abarque valores como la honestidad, la sinceridad y la franqueza.

Hablar de “La Gran Verdad de la Vida”, cuando la gran arca de la sabiduría ha sido enterrada hace cientos de años, y cuando la humanidad en general está embebida, enloquecida es la palabra, en una civilización ahogada en las superficialidades, en las cosas, en el super consumo, en el dinero, en las riquezas, en los lujos, en la opulencia… y sobre todo, en las estulticias del mundo. Es decir, a mil años luz de la gran verdad de la vida. 

Algunos hemos dicho que la gran verdad de la vida es la muerte, a veces referida por los eufemismos deceso, defunción, fallecimiento, finamiento, óbito, expiración, perecimiento, fenecimiento o cesación.

La muerte es un efecto terminal que resulta de la extinción del proceso homeostático en un ser vivo; y con ello el fin de la vida. Puede producirse por causas naturales (vejez, enfermedad, consecuencia de la cadena trófica, desastre natural) o inducidas (suicidio, homicidio, eutanasia, accidente, pena de muerte, desastre medioambiental).

El proceso de fallecimiento, si bien está totalmente definido en algunas de sus fases desde un punto de vista neurofisiológico, bioquímico y médico, aún no es del todo comprendido en su conjunto desde el punto de vista termodinámico y neurológico, y existen discrepancias científicas al respecto.

El concepto de la muerte como una entidad antropomórfica ha existido en muchas culturas desde los albores de la humanidad.

En español, además del nombre propio de la Muerte es común emplear el término la Parca proveniente de la mitología romana. A partir del siglo XV comenzó a ser representado como una figura esquelética que lleva capa y capucha. 
En algunos casos, la Muerte es quien causa la muerte de la víctima, lo que da origen a historias donde a esta se le puede engañar o sobornar permitiendo así que el condenado sobreviva gracias a su astucia, como en el caso de Sísifo.

La muerte ha sido y sigue siendo uno de los misterios del hombre, un tema que todavía nos sigue preocupando y un tema al que muchos no quieren ni referirse.

En los últimos días la muerte ha llegado a mi familia, con la inesperada partida de dos seres muy querido, mi hermano José Desiderio Cabral Estrella (Lelito) en la ciudad de Nueva York y la de mi esposa Yaquelín Padilla de Cabral en la ciudad de Santiago. El hermano murió de Coronavirus y mi esposa de un ataque al corazón.
Ambos muy querido de verdad, porque en vida fueron dos seres formidables, sencillos, honestos, sinceros, solidarios, desprendidos y leales.

Solo deseo que ambos estén en buen lugar, porque se lo merecen al ganarlo en buena lid con la excelente vida que llevaron.

Hoy nos sentimos muy dolidos por sus muertes repentinas.

Nuestra familia agradece sinceramente a todos aquellos que de una forma y otra se han solidarizado con nosotros en estos momentos de dolor. 

A Lelito y Yaquelín les queremos decir que nunca lo olvidaremos.
“Paz a sus restos”.

Ramón Cabral