Antes de exponer las fórmulas constructivas de este trabajo, conviene trazar algunas pequeñas observaciones que iluminen siquiera vagamente el panorama completo del mismo.

Entiendo que el coronavirus es un asunto muy delicado, perdón, es un flagelo peligroso porque si nos descuidamos podría acabar con la vida de muchas personas.


No está demás decir que estamos delante de un virus respiratorio que puede causar enfermedades, que van desde un resfriado común hasta complicaciones graves. Sus principales síntomas son fiebre, tos seca y dificultad para respirar.

Este mal que agobia a toda la humanidad nos ha estremecido desde el momento en que se celebraba la Nochevieja en todo el mundo hace 12 meses y desde ese mismo momento este flagelo se ha cobrado muchísimas vidas y provocado enormes perturbaciones en las familias, sociedades y economías de todo el mundo.

Sin embargo, no todo es mala noticia, porque al decir de los expertos, las vacunas ofrecen grandes esperanzas para cambiar el rumbo de la pandemia, pero esos mismos expertos han establecido, con mucha razón, que, para proteger el mundo, debemos asegurarnos de que todas las personas en riesgo, en todas partes –no solo en los países que pueden pagar las vacunas– están inmunizadas.

Y nunca estará demás repetir que debemos mantener la distancia física, ponernos las mascarillas, practicar la higiene de manos y respiratoria, evitar los lugares concurridos cerrados y reunirse con otras personas en espacios exteriores.

Estas medidas, que parecen simples, son en definitiva eficaces, pues nos permitirán salvar vidas y reducir el sufrimiento que tantas personas experimentaron en 2020.

También se hace necesario, ahora más que nunca, comprometernos a colaborar en solidaridad, como comunidad mundial, para promover y proteger la salud tanto en el presente como en el futuro.

Sin embargo, me parece justo, necesario y oportuno referirme al uso de la mascarilla, por ser esta una medina importantísima para prevenir este flagelo, para evitar enfermarnos y para evitar enfermar a otros, pues si nos descuidamos este flagelo se puede convertir en una cadena múltiple y letal para toda la humanidad, ya que provocaría muertes encadenadas y eso es algo que nadie quiere.

Desde la aparición de este mal se ha hablado, como sobradas reiteraciones, que el uso de la mascarilla es una medida preventiva sin quórum e importantísima, pero no todos los ciudadanos y ciudadanas le han dado la importancia que tiene el uso de las mascarillas.

Yo he visto que en mi sector algunas personas sin la mascarilla, caminando de un lado a otro, sin mostrar el menor temor por el mal que le podría causar este flagelo.

Pero también he visto a muchas personas con las mascarillas en el galillo, no en la boca ni en la nariz, como si este virus entrara por el pescuezo o por el gallillo, amén de que muchos se la quitan para hablar o para atender una llamada por teléfono.

Creo que las autoridades deberían llamar la atención sobre esta peligrosa y delicada situación e insistir que la mascarilla debe usar permanentemente tapando la boca y la nariz, jamás en el la garganta o en el galillo, como ha sido y el mal uso de muchas personas.

Jamás debemos descuidarnos con el flagelo, porque si nos descuidamos, somos muchos lo que podríamos ser víctimas del mismo.

De manera que las autoridades correspondientes tienen la palabra sobre esto que estoy diciendo, pues las mascarillas deben usarse tapando la boca y la nariz.