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Son muchos los que consideran que en estos tiempos ya no es posible gobernar bien, en el entendido que la humanidad de hoy en día ha experimentado demasiado cambios, muchos de ellos muy complejos y negativos como para permitir tal cosa, sobre todo, en los países tercer mundistas como lo es el nuestro, donde todos los asuntos y las dificultades se hacen más complejas y difíciles de abordar y resolver.
El gobernar bien una nación empobrecida no es, en modo alguno, un asunto fácil y sencillo como aparentemente se pueda ver, ya que son muchas las aristas que hay que encarar y resolver si se quiere llegar al camino deseado.
Si bien es cierto que los entendidos en estos asuntos han establecido que el gobernar bien una nación es un arte, no menos cierto es que ello depende, en gran medida, en la forma en que se gobierna, cómo se gobierna y, sobre todo, para quien se gobierna.
A todo lo largo y ancho de la historia de la humanidad se han conocido malos y buenos gobernantes, cada uno con sus propias características, sus propias idiosincrasias y diferentes puntos de vistas, independientemente de sus posturas e ideologías políticas.
Sin embargo, para muchos expertos y entendidos, el arte de gobernar bien es un asunto que tiene que ver directamente con las verdaderas intenciones de los gobernantes cuando se trata de encarar los asuntos contradictorios, con las medidas que se toman y hacia donde van dirigidas de los sectores y conglomerados que integran las sociedades.
Mas bien, el arte de gobernar bien una nación es un asunto que necesariamente debe responder a la pregunta de para quienes se gobierna, a quien se les sirve cuando se gobierna y, más aun, a quienes se les sirve. 
Lamentablemente las sociedades no son, en modo alguno, homogéneas en los que respecta a las distintas clases sociales que las integran, donde hay pobres, muy pobres, ricos y muy ricos, cada uno apegados a sus propios interés políticos, sociales, económicos e ideológicos.
En el arte de gobernar bien una nación debe predominar, por encima de todos los demás asuntos, el tono humanitario de todas las medias gubernamentales que se tomen en el ejercicio del poder, porque entonces no tendría razón de ser para un gobierno alejarse de las verdaderas necesidades de sus gobernados.
No se podrá gobernar bien cuando no prima el sentir humano en la toma de decisiones, cuando se obvian las verdaderas necesidades básicas de los sectores sociales, sobre todo, de los más necesitados y más empobrecidos, los cuales siempre deberán gozar de las mayores atenciones de los gobernantes.
Aunque muchos no lo crean así, en nuestro país si se puede gobernar bien, siempre y cuando se gobierne diferente, para todos, con diafanidad, con franqueza, sin delincuencia, sin corrupción gubernamental, sin robarse el erario como ha sido la mala costumbre.