Los dominicanos en el exterior

Filiberto Cruz Sánchez

Desde la muerte de Trujillo hasta el presente, más de dos millones de dominicanos y dominicanas han emigrado a distintos países de América y Europa, empujados por situaciones internas adversas, pero atraídos por el espejismo de los países industrializados que incentivan los flujos migratorios que ocurren alrededor del mundo.

En tiempos de Trujillo era casi imposible salir de República Dominicana. El país era un feudo, una gran hacienda bajo el dominio personal del tirano. Todas las instituciones del Estado y de la vida civil estaban dominadas por este "monarca sin corona". Sólo existía una forma para emigrar del país. Era necesario que la persona que deseaba viajar al exterior se dotara de un pasaporte, cuya expedición dependía del estricto control del sátrapa, que siempre veía en cada posible emigrante, un enemigo potencial si pisaba tierra extranjera.

Emigrar devino así en un privilegio, no en un derecho ciudadano. Solamente personas muy cercanas al déspota podían viajar fuera del país. Existía el temor de que una apertura sin control llevaría a los emigrantes a declararse enemigos del gobierno tan pronto pisaran tierra extranjera y que usarían todos los medios a su alcance en el exterior para atacar a la dictadura, como lo hacían cientos de exiliados políticos que vivían en Venezuela, Cuba, Puerto Rico, Costa Rica y Estados Unidos.

En los últimos diez años de la dictadura de Trujillo, apenas unos 10 mil dominicanos arribaron a Estados Unidos con visas de paseo. Otro ejemplo del control de la emigración es que en el año 1959, de 19,631 pasaportes solicitados, sólo fueron expedidos 1,441, en un país de 3 millones de habitantes (1).

Cuando vino el derrumbe del régimen, una nueva época empezó a vivirse en República Dominicana. Los dominicanos vieron que las puertas del mundo se abrían poco a poco y fijaron su mirada primeramente en los Estados Unidos, un país que vivía un período de liberalización del proceso migratorio en aquellos años. De acuerdo a las cifras oficiales norteamericanas (2), la cantidad de dominicanos admitidos legalmente en 1961 ascendía a 3,045; en 1962 eran 4,603; en 1963 se disparó a 10,683 y después de la guerra civil de 1965, el éxodo alcanzó niveles sin precedentes.

El segundo país de destino escogido por los dominicanos fue España. Un primer grupo  viajó a la nación europea a realizar sus estudios universitarios, después que fueron becados por el gobierno de Juan Bosch. Y tras  la derrota de la revolución de 1965, un segundo éxodo se abrió paso y cerca de 2 mil dominicanos decidieron residir en la "madre patria" (3).

A partir de 1965, la política migratoria de los Estados Unidos varió favorablemente para los nuevos inmigrantes de Asia y América Latina. La historia de las enmiendas a la política de inmigración seguida por el gobierno estadounidense es bien extensa. Se inició en 1790, cuando el Congreso aprobó las primeras leyes de inmigración y termina con las nuevas restricciones impuestas después de los atentados del 11 de septiembre de 2001. Algunas enmiendas han atacado o restringido la inmigración, otras la han favorecido, dependiendo de la demanda de mano de obra en el mercado laboral norteamericano. Por ejemplo, en 1965 el Congreso aprobó nuevas reformas al Acta de Inmigración y Naturalización de 1952, llamada Acta McCarran-Walter, que imponía fuertes restricciones a los inmigrantes asiáticos y latinoamericanos. Las enmiendas de 1965 terminaron con la política racista del sistema de cuota de origen, que favorecía la inmigración blanca europea, para hacer énfasis en la política de la reunificación familiar.

Las reformas de 1965 abrieron el camino hacia los Estados Unidos a millones de inmigrantes provenientes del "tercer mundo". Favorecía a la nueva inmigración las conquistas logradas a finales de la década de 1960 por el movimiento social norteamericano a favor de los derechos civiles de las minorías afroamericanas. El nuevo contexto histórico vivido en la gran nación en aquellos años llamaba la atención de los nuevos inmigrantes que tenían suficientes motivos para abandonar sus países de origen.

En tiempos de Trujillo, las razones que empujaron a cientos de dominicanos a declararse exiliados políticos eran el robo del patrimonio público, la intolerancia, los abusos de poder y la represión política del régimen, pero tan pronto cayó la dictadura, esas razones cedieron a otras de carácter económica y social, acompañada de los atractivos del país donde el nuevo inmigrante fijó su mirada, con la esperanza de conseguir allí mayores oportunidades para él y los suyos.

Otra causa del éxodo la encontramos en la frustración política vivida por los dominicanos tan pronto fallaban los gobiernos que más expectativas de cambio habían creado entre los dominicanos. El derrocamiento del gobierno sietemesino de Juan Bosch y la derrota de la revolución de 1965 incentivaron mucho al primer éxodo que se inició tras la muerte de Trujillo, cogió velocidad después de 1965  y se incrementó en las décadas siguientes. De acuerdo a la oficina del Censo de los Estados Unidos, entre 1961 y 1970 había 94,100 dominicanos viviendo ese país. En la década siguiente, hasta 1980, la diáspora dominicana en Estados Unidos aumentó a 242,000. El censo de 1990 la estableció en 520,151 y para el año 2000 eran 687 mil los dominicanos residiendo legalmente en el "norte revuelto y brutal" (4).

En la "década perdida" de los '80, que coincide con el fracaso de los gobiernos del PRD, se registró otra oleada masiva de migrantes dominicanos que escogieron otros destinos de residencia. Después de Estados Unidos y España, los dominicanos empezaron a emigrar hacia Venezuela en la década de 1970, atraídos por el período de bonanza petrolera vivido en esa nación suramericana. La migración dominicana tomaría otros rumbos en las décadas de los '80 y los '90. Cientos de dominicanos y dominicanas se establecieron en el Gran Caribe, en Curazao, Aruba, San Martín, Antigua, Saint Thomas, Puerto Rico, Haití y Panamá. Desde las Antillas neerlandesas (Curazao, Aruba y San Martín), emigraron a la región de Holanda. La ola migratoria llegaría también a Canadá, Italia, Austria, Bélgica, Grecia, Suiza, Suecia, Francia, Alemania y Reino Unido.

En la búsqueda de las oportunidades perdidas, los emigrantes dominicanos continuaron prefiriendo a los Estados Unidos. El censo de 2010 de ese país estimó que había 879,181 dominicanos residiendo legalmente. A esa población de inmigrantes habría que agregarle los descendientes, los hijos de dominicanos nacidos allí, con los cuales la población de origen dominicano se elevaría a 1 millón 400 mil, cifra que no incluye a los indocumentados. Más de 19 mil dominicanos emigraron legalmente a Estados Unidos por año en el primer decenio del siglo veintiuno, ocupando el quinto grupo latino, después de los mexicanos, puertorriqueños, cubanos y salvadoreños.

De los indocumentados dominicanos esparcidos por diversos países, no se existen estudios confiables, aunque se conjetura que más de 200 mil han logrado escapar en las últimas décadas a las autoridades migratorias, yéndose de polizón, en yolas o mediante la falsificación de  documentos. La mayoría de los indocumentados dominicanos viven en Puerto Rico y Estados Unidos.

Las cifras más recientes, cortadas al año 2010, hablan de que en Puerto Rico viven más de 200 mil dominicanos; en España 150 mil; en Italia, más de 24 mil; en las Antillas neerlandesas, más de 14 mil; en Venezuela, casi 14 mil; en Haití, más de 9 mil 500; en Panamá, casi 8 mil 500; en Alemania, casi 8 mil; en Suiza, más de 6 mil; en Bélgica, más de mil 400; en Reino Unido, casi 700; en Canadá, más de 7 mil 500 y en otros países, más de 16 mil 500, para un sub total superior a los 554 mil dominicanos (5).

La sumatoria de los residente legalmente en Europa, en Estados Unidos y en otros países americanos, incluyendo a más de 200 mil ilegales, totalizan 2 millones, 154 mil dominicanos, para un 18 por ciento del total de la población que de acuerdo al IX Censo Nacional de Población y Vivienda 2010 ascendía a 9 millones, 400 mil dominicanos.

Esa masa de expulsión demográfica le aporta a la economía dominicana, cada año, entre 2 mil 500 y 3 mil millones de dólares en remesas, aporte que sólo es superado por el turismo y las zonas francas de exportación.

Para el año 2003, más de 150 mil dominicanos habían optado por la ciudadanía estadounidense, tendencia que seguía aumentando con el correr de los años. Un comportamiento distinto observaron más de 30 mil dominicanos que desde la década de 1990 han sido deportados por cometer delitos criminales, lavados de activos y narcotráfico.

La inequidad social, la desigualdad en la distribución de las riquezas y las frustraciones políticas han sido las causas que incentivaron a más de dos millones de dominicanos a residir en numerosos países de América y Europa. Un 57 por ciento de la población dominicana vive ahora entre la pobreza y la extremo pobreza, mientras el 20 por ciento recibe el 80 por ciento de los ingresos. El desempleo, que afecta más a la población joven, ronda el 15 por ciento de la población en edad productiva. El 60 por ciento de las y los trabajadores devengan salarios por debajo de los 10 mil pesos, unos 245 dólares al mes. La informalidad representa el 57 por ciento de las actividades económicas del país.

Un cuadro social y económico tan adverso es la primera causa de expulsión de millones de dominicanos que ahora deambulan por más de 20 países del mundo. La segunda causa está en la ilusión que emana de los países receptores, casi siempre del mundo industrializado, donde el inmigrante tiene mayores posibilidades de conseguir mejores oportunidades de trabajo, de servicios y seguridad. Y la tercera causa habría que buscarla en la frustración política vivida en los últimos 50 años por una amplia franja de la población dominicana que ha visto pasar a tantos gobiernos que agravaron su existencia.

 

Citas bibliográficas:

(1).- Antonio A. Méndez: La emigración dominicana hacia los EE.UU. Mitos y realidades. Editora Búho, Santo Domingo, 2003, pp. 32-101.

(2).- Ibidem, p. 116.

(3).- Irma Nicasio Rodríguez: Cuatro décadas de migración femenina, remesas e impacto en la economía dominicana (1970-2010). Todo Impreso, S. A., Santo Domingo, 2011. p. 29.

(4).- Antonio A. Méndez, obra citada, p. 116 y José del Castillo: Demografía del plátano power. Diario Libre, 21 de diciembre de 2013, p. 25.

(5).- Natalia Rivero: Estado de las migraciones dominicanas en 2012. Estudio elaborado para el Observatorio de Migrantes del Caribe, reseñado por Cynthia Abreu, periódico HOY, 29 de agosto, 2013, p. 12 A.

Otras fuentes consultadas:

-Ángela Peña: Dominicanos en Nueva York. Editora Corripio, Santo Domingo, 2000.

-Diario Libre, edición del 26 de mayo, 2003, p. 12.

-IX Censo Nacional de Población y Vivienda 2010. Volumen I. Oficina Nacional de Estadística (ONE), Santo Domingo, 2012.

27 de diciembre de 2013.-