De niño, en Baní uno añoraba ir a marotear a la finca de tomates de La Famosa, alrededor del canal Marcos A, Cabral, donde aprendimos a nadar y a pescar. Pero había un problema. La sanción segura de doña Yolanda.            

Mi Yolanda, o sea, mi madre, no la amiga ni la madre del amigo, era tan tierna y cariñosa pero sumamente estricta ante mis faltas siempre sancionadas con una pela de chancletas de goma de mi padre o correa humedecida. Y por supuesto el castigo mayor: Se apagaba el televisor, y no había "Perdidos en el espacio", ni "Bonanza".            

Así fue uno aprendiendo que cada falta conlleva una sanción. Así se va educando el carácter aventurero o la tendencia al caos jodedor de todo carajito en sus años primeros donde ver las tetas de Brigitte Bardot retratadas en "La cámara la vio así", en Ultima Hora, era más importante que aprenderse el nombre de las capitales europeas.            

Pero volvamos a la sanción.            

Por falta de sanción no hace un empleado público su labor, pues al fin y al cabo está ahí por méritos de campaña que le hacen intocable. Por lo mismo, el caos del tránsito aumenta, como aumenta la corrupción. Y no hablo aquí de la más publicitada por conllevar el robo de los recursos del erario, (la pública) sino también de la corrupción privada. Además, no es posible la corrupción pública sin la complicidad, el estímulo, y a veces el capital del sector privado.            

Y es que lo que no se sanciona, se celebra. La impunidad es una incitación a la corrupción. Y en eso estamos, desde que hace ahora 35 años comenzamos a jugar a ser demócratas siendo trujillistas, a ser "progres" siendo machistas leninistas, autoritarios e insolidarios con las minorías.            

Toda sociedad sin sanción está condenada a caos y a la anarquía.            

Salvo la gran mejoría en la cobertura de algunos servicios, el freno a los asesinatos políticos del trujillismo y su ampliación en los doce años, el primer gran mérito de la democracia en 35 años ha sido el lograr la democratización de la corrupción que ya no solo es asunto de los Trujillo y sus familias reinantes y maipiolas, ni de los 300 millonarios del Dr. Balaguer.              

Treinta y cinco años de falsa cháchara democrática,  y al final resulta que por falta de sanción gran parte del pueblo dominicano está convencido de que hoy la única falta sin perdón es la pobreza, y está actuando en consecuencia en el Estado, la empresa, el narco, el asalto, la prostitución.            

¿Hacia dónde va una sociedad donde la corrupción es norma y la honradez  excepción? Tengo la respuesta. Hasta que llegaron Baninter/Mercantil/ Bancredito con sus excesos, en el país estuvimos durante 40 años quebrando impunemente bancos y financieras; sólo entonces fue posible poner orden al sistema financiero nacional SFN, con la presión sobre el Estado Dominicano de las mismísimas autoridades del Dpto. del Tesoro de los EE.UU., más los halcones del BM, FMI en versión marines del dinero. Sólo entonces.            

Hoy RD tiene un sistema financiero más confiable que el amor de las Yolanda a sus hijos, y eso es mucho decir.  Solo hoy.            

Entonces, ¿es inevitable un Baninter/Mercantil/Bancredito, pero en versión política y social, para que pueda RD encontrar el camino del orden y del respeto a las leyes como lo hace hoy el SFN? ("Ay, el mar de tu vientre, mujer")