En el país donde las drogas (legales), o sea, las bebidas alcohólicas y los cigarrillos, junto a marcas de medicamentos para tratar la disfunción eréctil, son los patrocinadores principales del deporte, unos legisladores de buen humor y en puro "gadejo" y populismo legislativo aprobaron en segunda lectura un proyecto de ley que prohíbe el uso de la hookah o pipa de agua. No es un chiste malo. Créanme. Así ocurrió.          

Resulta que la pipa de agua sirve para fumar drogas legales y también ilegales. Pero hay más: En un acto de suprema sabiduría y experticia, los honorables, haciendo uso de su gran sentido común, lograron averiguar que el fumar pipa, o cigarrillos o cigarros daña la salud. ¡Qué aporte! ¡Qué lucidez científica e intelectual!          

Pero hay más. Según mis fuentes, de continuar en esta línea investigativa, es muy posible que antes de que termine la presente década, los muy señores se enteren que en los barrios más carenciados, o sea, los más jodidos, se vive de puntear droga, de la prostitución y de las bancas de apuestas que ellos legalizan.        

Llama poderosamente la atención el hecho de que los señores, puestos a luchar contra todo lo que pueda dañar la salud de los ciudadanos y en especial de los más jóvenes, no hayan prohibido ninguna droga de las legalizadas, que son las que -estadísticamente demostrado- hacen más daño hacen a la salud y a la familia. Pero no. Para afectar esas industrias del dolor y el desastre familiar, nunca ha  habido aquí Congreso, Gobierno, Suprema Corte, corte mínima, bar de copas, ni puticlubs dispuestos.          

"No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes", pero hay amaneceres de antifé en que uno percibe el país nacional como un especie de sainete malo o un chiste de mal gusto; como un libro que de  tan pésimo no se ha escrito sino que al igual que un asesinato "se ha cometido". ¡Qué estamos locos, don Radha! Y no recuerda uno el jodido momento en que decidió esta nación fallosa, desvanecerse en sus incongruencias, sus honorables disparates, su ignorancia celebrada, su latrocinio impune, su cinismo inacabable, su descaro, su pantomima.          

¡Pero cuidado! Nada es tan legítimo y auténtico, nada expresa tanto la composición social y los valores predominantes en nuestro país como los miembros de la Cámara de los Diputados. Allí hay de todo como en botica. Escúchenlos hablar. Lean sus propuestas. He ahí lo que somos nada más y también nada menos.         

La Cámara de Diputados es el retrato nacional. No sólo el más legal y legítimo, sino además el más auténtico y fiel.         

Ya sabía uno por el bolero, que apenas "somos dos gotas de llanto en una canción" que languidece con la noche, ay; lo sabíamos y hasta lo habíamos sufrido algún sábado en el Bar de los Espejos, pero es que ahora también estamos enterados de que el país dominicano es tan solo un diputado en su curul, odiando una pipa de agua, prohibiéndola indignado, mientras saborea un Marlboro que paga impuestos y le pudre los pulmones, y disfruta de un Blue Label, que como el vino, es agua bendita para los sentidos. Amén.        

"Una quimera doliente y querida". Nada más que eso somos... Más una pipa prohibida.