Conocí a Hugo Rivera Santana en 1997, cuando se desempeñaba como director general de la DIGENOR. Llegué a su oficina, situada en el undécimo piso del Edificio de Oficinas Gubernamentales Juan P. Duarte, a tratar una propuesta  de formación técnica en gases licuados de petróleo, avanzada a solicitud mía por el Instituto de Economía Energética y Política Ambiental de Bariloche, Argentina. En ese momento nuestra conversación se circunscribió exclusivamente a dicha propuesta, sin tocar las competencias de la institución que administraba con tanta dedicación y esperanzas.

Más tarde, cuando Hugo se desempeña como director de comercio exterior del MIC, por esas grandes casualidades de la vida que a veces nunca llegamos a comprender, fue él quien mi visitó en la misma oficina donde lo había conocido, esta vez fungiendo yo como director de la DIGENOR.  Llegó allí no solamente como el amigo, sino como el experimentado consejero que era en materia de calidad y comercio exterior. 

Me explicó entonces que la calidad era el producto de un sistema dinámico en el que intervenían como componentes decisivos la Metrología, la Normalización, los Ensayos de laboratorio y la Calidad (acreditación + certificaciones de calidad = sistema internacional MNPC o cadena técnica de la calidad).  

En la última reunión que sostuvimos, un mes antes de su sentido fallecimiento, me entregó un documento titulado “Dirección General de Normas y Sistemas de Calidad: Resumen de una Gestión (Octubre 1996-agosto 2000)”. Sorprendido pude constatar que… ¡El SIDOCAL del que hablamos hoy constituía la visión de la DIGENOR en la gestión de Hugo Rivera del 1996-2000! Veamos lo que escribió en el punto 2 de la página 3 del referido documento: 

“Una Visión, normalmente, está conformada por elementos que siempre son la base de la mejora continua de una empresa. Lo lógico, lo que se espera, es que la propia Visión genere una espiral que conduzca, gradiente a gradiente, a una dinámica de mejora incesante en todos los órdenes de una organización. Y, si eso es verdad a nivel de una entidad finita como es una empresa, mucho más lo es a nivel de una entidad mayor como lo es el país. Para mantener el ritmo de desarrollo de un país, una vez que se descubre el secreto de cómo lograrlo, se necesitan instrumentos que hagan menos dependiente de factores exógenos la velocidad alcanzada, solidificando las fortalezas y minimizando las debilidades. 

“Tres instrumentos son claves: Sistema de Innovación y Tecnología, Sistema de Capacitación y el Sistema Nacional de Calidad…“De los tres en el que más podemos y debemos colaborar es en la implementación del SISTEMA NACIONAL DE LA CALIDAD que justamente, es una de las tareas de la DIGENOR. Este sistema deberá establecer las bases para la gestión y el desarrollo del aseguramiento de la calidad en las empresas, paralelo al control de la calidad, así como de la evaluación de la conformidad y la metrología. Asimismo promoverá y establecerá mecanismos para que las empresas puedan incorporar Normas internacionales en sus procesos, presentando y fomentando la calidad y los sistemas de calidad como parte de verdaderas estrategias gerenciales”. 


Esta fue la parte de sus Memorias que más llamó mi atención, quizás porque, en realidad, era la que en esos momentos menos entendía. Llamé a Hugo a mi oficina nuevamente y le solicité explicaciones adicionales. Entonces, con aquel sosiego inteligente que caracterizaba todos sus actos, solicitó una hoja de papel y garabateó en ella un extraño esquema con rectángulos interrelacionados por firmes flechas. 

A seguidas comenzó a explicarme lo que significaba cada bloque, sus relaciones con los restantes y los outputs resultantes. Concluyó dibujando en la parte superior un cuadrado en cuyo interior fue dibujando varios compartimientos identificados con las siglas, desconocidas por mí hasta ese momento, de las instituciones mundiales de la calidad, como las de la Organización Internacional de Normalización (ISO), Comisión Electrotécnica Internacional (IEC), Buró Internacional de Pesas y Medidas (BIPM), Organización Internacional de la Metrología Legal (OIML), la Cooperación Internacional de Acreditación de Laboratorios (ILAC) y el Foro Internacional de Acreditación (IAF). 

En tres rectángulos pequeños colocados paralelamente a lo que podemos definir como la superestructura mundial de la calidad (integrada por las mencionadas instituciones supranacionales), ubicó las extensiones regionales representativas de estas organizaciones: la Comisión Panamericana de Normas Técnicas (COPANT), conectada a la ISO y a la IEC; la Cooperación Latinoamericana para la Acreditación de Laboratorios (IAAC), vinculada con la ILAC y la IAF, y el Sistema Interamericano de Metrología (SIM), entidad que, en el explícito esquema de Hugo, se asociaba con el BIPM y la OIML.
Entonces me comentó más o menos lo siguiente: 

“Mi experiencia mi indica que esto es lo que necesita el país (dijo señalando su esquema): una nueva institucionalidad asociada al aseguramiento sistémico de la calidad para beneficio de los consumidores, las empresas, el gobierno y el comercio exterior. Esta nueva estructura tiene un organismo que prepara las materias primas para todas las demás, el de Normalización; tiene otro para asegurar que las mediciones sean confiables y equivalentes a las de los socios comerciales del país, el de Metrología, y, por último, uno más, el de Acreditación, que asegura que los organismos que evalúan el cumplimiento de normas y reglamentos sean realmente confiables y reconocidos en las funciones técnicas que desempeñan. 

“Estos institutos tienen que estar debidamente reconocidos por las organizaciones internacionales y regionales mencionadas. Si te pones en esto harías una gran contribución a la competitividad dinámica de nuestras empresas, a su adaptación rápida a los cambios del entorno y a la construcción paciente de un nuevo tipo de inserción a la economía global. Julio, no pierdas de vista que, en un sistema de coordenadas, mientras la curva de las Normas tiende a cien, las de los Aranceles tiende a cero”.

Las conversaciones con Hugo Rivera, sus abundantes y actualizadas explicaciones, resultaron ser el motor principal de lo que podríamos llamar “Movilización General por la Calidad en República Dominicana” (denominada así por el Secretario General de la ISO durante su visita al país en esos años, Alan Bryden), promovida desde la DIGENOR en el período 2006-2011. 

De la mano con el Instituto de Metrología de Alemania (PTB) iniciamos la redacción de la ley del SIDOCAL así como la organización en paralelo de múltiples actividades de difusión y educación, incluidas algunas de carácter regional (foros, seminarios, talleres, encuentros, entrevistas, artículos periodísticos, etc.). En el ámbito educativo, fue decisiva la influencia del programa de TV “Hablemos de Calidad”, transmitido por un canal con cobertura nacional.

Hoy (10 de octubre de 2013) se celebra el Primer Taller sobre las Implicaciones de la Ley 166-12 que crea el Sistema Dominicano para la Calidad (SIDOCAL). Sin dudas, se celebrarán muchas actividades más en torno a la lógica subyacente e importancia de este Sistema. No obstante, creo que el primer evento de este tipo, que es el que hoy tiene lugar en algún hotel de la ciudad capital, debió llamarse “Hugo Rivera Santana”. Este técnico de grueso calibre fue el primero que habló del tema en República Dominicana. 

Por otro lado, el hecho de que muchos de los que dedicaron incontables horas de esfuerzos durante casi ocho años a la comprensión y difusión del concepto del SIDOCAL no hayan sido invitados al primer taller que se propone una mejor comprensión de sus alcances, habla muy mal del Sector Gubernamental Dominicano. 

Por lo menos debió mencionarse a Hugo Rivera Santana. Pero un reconocimiento público a este prominente técnico dominicano sería equivalente a la confesión indeseable de que el titánico esfuerzo desplegado durante casi ocho años por un grupo de  profesionales liderado por quien suscribe este artículo, quienes tomaron la antorcha de manos de Hugo, cosechó el más rotundo éxito.  Este segundo reconocimiento, que en verdad no necesitan quienes soñaron con la idea del SIDOCAL, no cabe dentro de la lógica y principios de conducción actual, en muchos de sus compartimientos, del sector público dominicano.