Responde al nombre de Daniel Guerra, aunque no se parece en nada a aquel personaje llamado Daniel el Travieso, ni tampoco su apellido tiene similitud con ese flagelo de siempre, la guerra.

Sin embargo, Daniel ha tenido el valor de aquel personaje bíblico que “armado” de su confianza en Dios, desafió a los leones y también, durante décadas, ha desarrollado su “GUERRA” contra todas y cada una de las circunstancias que hacen perder la fe a los hombres y mujeres que soportan los avatares de la vida.

Me refiero al Padre Daniel Guerra, un español nacido en Valdecarros-Salamanca, mejor conocido por los dominicanos residentes en la urbe madrileña como “el Padre Daniel”, así de sencillo.

Luego de su ordenación, es designado a ejercer su ministerio en Sabana de la Mar, entonces una apacible aldea de nuestro país, un pueblecito bañado por las procelosas aguas del Océano Atlántico, cuya paz solo era vulnerada por la llegada diaria del bote que arribaba desde Samaná o por uno u otro ventarrón de los que forman parte de la temporada ciclónica, una población llena de paz y belleza, que lo acogió y lo recuerda con gran afecto.

Se estableció allí, en un lugar paradisiaco al cual le cantara otro español de esa época, Sixto Espinosa Orozco, escritor aposentado en nuestra media isla que mantenía una columna en el periódico “El Caribe”, ese hombre de letras, además de dedicar artículos laudatorios a las mas bellas regiones de nuestro suelo, dedicó un corto poema a “Sabana de la Mar”, composición que unida a la música de quien sabe que bohemio, empezaba diciendo:

                                Vuelve barquito velero

                                A Sabana de la Mar

                                Y dile a la que más quiero

                                 Que no la puedo olvidar.

Allí ejerció Daniel su trabajo, portador de la esperanza, repartidor de ilusiones, sonrisas y consejos, emisario de aquel Cristo, que al igual que él, prefería andar rodeado de gente simple, de puro pueblo, allí, entre pescadores y muchachos que oteaban el horizonte, pasó décadas llevando junto a su ejemplo, el mensaje de la paz y el buen vivir.

Hoy retirado de su Sabana de Mar, el Padre Daniel es uno de los “dominicanos” más entusiastas y luchadores, siempre está en primera fila en las actividades que desarrolla “su” comunidad, ya que Daniel es tan o más dominicano que muchos, siempre lo vemos llegar, “armado” de su sonrisa, repartiendo afectos y recordando a lo que considera su tierra, porque la  lleva dentro de ese corazón inmenso.

El tiempo le ha impuesto a Daniel un bastón para poder andar, que como escribió nuestro poeta Virgilio Díaz Ordóñez, parece ir marcando los puntos suspensivos de la vida, sin embargo, camina despacio repartiendo sonrisas y buenos consejos, siempre parece llevar a sus espaldas, un costal lleno de esperanzas, las cuales va donando a aquellos a los que la vida ha lanzado tan lejos de su lar nativo.

El Padre Daniel tiene un sueño, obtener la nacionalidad dominicana, ser jurídicamente, lo que es espiritualmente y nosotros nos adherimos a ese anhelo, aunque sabemos, que el día que Daniel Guerra le rinda cuentas a la tierra, no necesitará bajar al sepulcro envuelto en la bandera nacional, por una simple razón, Daniel Guerra lleva esa bandera dentro de su pecho, arropando un corazón que entregó, como se entrega un tesoro, a esa media isla y que cuando “entre” al cielo, podrá decir con orgullo, “SOY DANIEL, EL CURA DE SABANA DE LA MAR”.

*El autor, es Cónsul General de la República Dominicana en Madrid, España.