La reacción de militantes de agrupaciones autodenominadas “izquierda” ante el anuncio de que uno de sus miembros aceptó trabajar en una oficina del Estado dominicano en funciones relacionadas con su profesión, explica muchas cosas... muchas.

            El joven de apellido Galván y uno de los voceros del grupo de la sociedad civil “La Multitud” ha tenido que soportar en estos días todos los insultos imaginables de parte de sus antiguos compañeros, adversarios del gobierno de Danilo Medina y del PLD.

            Fíjense que hablo de TRABAJO y no de “ayuda revolucionaria”, “estipendio”, “colaboración solidaria”, “ayuda internacionalista” o “botella”. No. No. Créanme. No estoy pensando en el “oro de Moscú”, las ayudas chinas o las flores albanesas.

            Hablo de que el joven Galván (reconocido como un buen técnico en su oficio) se ha comprometido a realizar una labor, un trabajo, que le ocupará en el menor de los casos, ocho horas de su día. 

            En todo los insultos y descalificaciones al joven Galván, que en estos días hemos tenido que leer y escuchar, se esconde parcialmente la explicación del por qué si supuestamente el ciudadano dominicano ha sido decepcionado por los gobiernos encabezados por partidos “del sistema” desde 1966 hasta ayer en la tarde, esa izquierda es hoy incapaz de alcanzar ni siquiera el 0.1 de las preferencias de los electores en cualquier encuesta mínimamente seria.

            Esa izquierda termocefálica y desfasada, anclada en la ultima mitad del siglo pasado, es la suma de todas las incapacidades, y el comportamiento asumido frente a la contratación de su antiguo compañero la retrata de cuerpo entero y con poca ropa.

            Claro, que el sistema es clientelista y dificulta el surgimiento de nuevas fuerzas, sí. Claro que el Estado es la mayor fuente de movilidad social, sí. Y hay corrupción, impunidad y descaro. Por supuesto, quién puede negarlo.

            Solo que a estas alturas de la desesperanza, es justo recordar sin llegar a Sartre, que el hecho de que los otros sean el infierno, no significa que seamos nosotros el paraíso.

            Al paso que va el país, con el comportamiento de las fuerzas que deberían ser alternativas políticas y ejemplo de inteligencia y madurez, no hay que ser mago para predecir que habrá bipartidismo para rato, "etapa del mal menor" y en ese plan.

            Ahora sabemos que se puede afirmar ser de izquierda, progresista y liberal, y al mismo tiempo ser la suma de todas las intolerancias, autoritarismo, irrespetos, ceguera, simulación y cinismo.

            Cómo puede crecer bajo las reglas de la democracia -con elecciones y todo- unas agrupaciones que consideran deleznable, criticable y una traición imperdonable, el que un técnico acepte trabajar y mantener a su familia desde un empleo en el Estado (que somos todos) .

            Mientras más conozco a cierta izquierda, más entiendo sus fracasos repetidos, su eterno cocinarse en su salsa, su aislamiento y su enfermiza incapacidad para crecer, al punto de hoy no ser capaz de ganar por sí sola una simple regiduría, diputación o alcaldía.