APUNTE.COM.DO, SANTO DOMINGO. -Arribamos al final del año 2025 y ya podemos advertir la configuración de un escenario donde tres activos muy distintos entre sí retornan al centro del debate financiero y del interés de las grandes potencias. Los movimientos del Bitcoin, el oro y la plata tienen de común el clima de incertidumbre global. A partir de lo expuesto por BeInCrypto y otras fuentes confiables, podríamos delinear un panorama más o menos coherente sobre el futuro inmediato de estos tres indicadores clave en la economía global.
El oro atraviesa una etapa de consolidación histórica que anuncia un ciclo prolongado de fortaleza. Su precio fluctúa en estos días en torno al pico de los 4,200 dólares la onza (unos 135 USD por gramo al 10 de diciembre) después de alcanzar máximos históricos, impulsado por un dólar debilitado, expectativas de recortes de tasas de interés en Estados Unidos y un renovado interés de los bancos centrales, especialmente en países que buscan reducir su exposición al sistema financiero dominado por Washington.
Sin duda, el oro sigue contando con un apoyo institucional importante, convirtiéndose en uno de los motores determinantes de sus elevados precios, al margen de la oferta minera limitada y la creciente percepción de riesgo sistémico en diversas regiones del mundo. Firmas reconocidas elevan sus proyecciones y contemplan precios aún más altos para 2026 y 2027. Las correcciones por tomas de beneficios no alterarían su tendencia general.
Por su parte la plata protagoniza uno de los ascensos más intensos del año. La convergencia entre su papel como activo refugio y la creciente demanda industrial asociada a la transición energética, los paneles solares, la electrónica y ciertas tecnologías emergentes están detrás de del crecimiento significativo de su precio. Ya estamos enterados de que alcanzó máximos históricos cercanos 59 dólares por onza antes de una ligera corrección (53 € al 10 de diciembre).
La buena noticia para los tenedores del metal no es la magnitud del aumento, sino la persistencia de fundamentos sólidos que lo sostienen: caída de los inventarios a niveles históricamente bajos y presión sobre la oferta que se combina con costos de financiamiento elevados en los mercados de metales. Esta combinación podría estar anticipando precios aún más altos durante 2026 si se mantiene la demanda industrial, así como los recortes de tasas de interés en los Estados Unidos. Si bien la plata por ser más volátil que el oro presenta un perfil de riesgo mayor, su potencial de crecimiento es más pronunciado.
Finalmente, la incertidumbre acompaña al Bitcoin. Los llamativos picos de meses anteriores fueron acompañados de una corrección de más del 17%, acercándose a las llamadas “zonas de soporte psicológico”. Las salidas netas de los fondos cotizados en bolsa vinculados a Bitcoin generan cautela entre los inversionistas institucionales.
El activo del siglo no logra consolidarse plenamente como refugio seguro. Su enorme dependencia de los mercados bursátiles reduce las primeras apuestas a su capacidad de diversificación. Se pronostica la posibilidad de que se mantengan las correcciones en caso de no consolidarse un nivel sólido de demanda. Es bueno saber que el Bitcoin conserva un potencial especulativo significativo. Éste sería mayor si vuelven a tener lugar devaluaciones del dólar, incertidumbres regulatorias, tensiones geopolíticas o innovaciones que estimulen su adopción.
El panorama conjunto de estos tres activos revela que el oro y la plata se perfilan como beneficiarios de un clima internacional cargado de dudas y reacomodos estratégicos, mientras que Bitcoin refleja con mayor intensidad la volatilidad del mundo financiero contemporáneo. Para los próximos meses, el oro ofrece estabilidad, la plata combina refugio con crecimiento industrial y el Bitcoin mantiene la posibilidad de recuperaciones fuertes, aunque sujetas a altas dosis de riesgo.