APUNTE.COM.DO, Santo Domingo, República Dominicana. –El refrán “el hábito no hace al monje” cobra cada vez más vigencia en una sociedad donde la apariencia suele imponerse sobre la esencia. Muchos viven atrapados en la necesidad de proyectar una imagen, aunque esta no corresponda con sus valores ni su conducta.
En distintos espacios —laborales, sociales e incluso familiares— se observa cómo algunos se esfuerzan más en parecer que en ser. Sin embargo, el tiempo se encarga de revelar quién actúa con coherencia y quién solo viste un disfraz momentáneo.
El comportamiento, el carácter y la integridad pesan mucho más que cualquier prenda, título o pose. Quien es auténtico no depende de adornos para demostrarlo; su proceder habla por él.
Comentario de Ramiro Estrella, periodista y abogado, director ejecutivo de Apunte.com.do:
“Con frecuencia me encuentro con personas muy bien vestidas pero vacías de valores, y con otras que, sin hacer ruido, muestran una grandeza que no necesita demostración. La apariencia puede abrir una puerta, pero solo la conducta la mantiene abierta. No importa el traje: importa la verdad de quien lo lleva.”
En un mundo que premia la imagen, este refrán invita a recordar que la verdadera grandeza radica en la conducta diaria: en cómo se trata a los demás, cómo se cumplen los compromisos y cómo se vive la honestidad, aunque nadie esté mirando.