“El agradecimiento no se mide en estadísticas.”
APUNTE.COM.DO, SANTO DOMINGO. -En el béisbol dominicano, la gratitud parece tener fecha de vencimiento. Anderson Hernández, Jairo Asencio y Lisalverto Bonilla, tres hombres que durante años vistieron con orgullo el uniforme azul del Club Atlético Tigres del Licey, fueron separados de la organización en plena temporada, pese a su entrega, disciplina y grandes aportes dentro y fuera del terreno.
Anderson Hernández, uno de los jugadores más emblemáticos del Licey, dedicó más de 18 años a la institución. Fue un infielder de defensiva elegante, inteligencia táctica y bate oportuno, con promedio de por vida de .277, más de 700 imparables y un récord interno de 20 dobles en la temporada 2008-09. Formó parte esencial de varias coronas y series finales memorables.
Tras su retiro, continuó sirviendo al equipo como scout, aportando su conocimiento para descubrir nuevos talentos y mantener viva la tradición azul. Sin embargo, su compromiso de casi dos décadas no bastó para que los ejecutivos mantuvieran su vínculo con la organización.
Jairo Asencio, otro símbolo de la época moderna del Licey, es el líder histórico de salvamentos del béisbol invernal dominicano, con 89 rescates y una efectividad de 2.56. Su dominio y serenidad en la loma lo convirtieron en sinónimo de confianza durante años. Ganó el respeto de la afición y de sus compañeros, siendo clave en cuatro campeonatos del club. Pero, pese a su legado, también fue dejado libre, sin el homenaje que su trayectoria merecía.
El lanzador Lisalverto Bonilla, aunque con menos tiempo en la organización, mostró profesionalismo y constancia. En 132 entradas lanzadas, registró una efectividad de 4.16, 111 ponches y 60 boletos, números que reflejan su esfuerzo y compromiso con la camiseta azul.
Estas tres salidas no solo marcan el fin de un ciclo deportivo; revelan la cara fría del negocio. El béisbol, convertido en industria, a veces olvida su esencia: los sentimientos, la lealtad y la memoria. Los números mandan, pero la historia no debería ser borrada por una decisión administrativa.
El Licey, y el béisbol dominicano en general, necesitan recordar que los equipos grandes no solo se miden por los trofeos que ganan, sino por la forma en que honran a quienes los ayudaron a conseguirlos.
Reacciones de la fanaticada
Las redes sociales se inundaron de mensajes de apoyo y tristeza.
“Esto no es el Licey que conocí”, escribió un fanático veterano en X (antes Twitter). “A Anderson y Asencio se les debía un homenaje, no un despido silencioso.”
Otro usuario comentó: “Las glorias se respetan. El Licey es historia, y esa historia se llama Hernández, Asencio y Bonilla.”
Exjugadores también se pronunciaron. Uno de ellos, bajo anonimato, expresó: “Las instituciones grandes se miden por cómo tratan a sus leyendas. No por cuántos campeonatos ganan, sino por cómo recuerdan a quienes los hicieron posibles.”
El béisbol es pasión, memoria y respeto. Cuando se olvida eso, se pierde parte del alma del juego.
El tiempo dirá si el negocio puede sobrevivir sin memoria.