APUNTE.COM.DO, AGENCIA.– En el complejo mundo de la mente humana, existen individuos que parecen moverse sin remordimientos ni empatía. Los psicólogos los definen como personalidades perversas, capaces de manipular, mentir y herir sin mostrar el menor signo de arrepentimiento. Y es que, como aseguran los expertos, el perverso no siente culpa; prefiere no recordar.
El doctor José Miguel Minaya, especialista en salud mental, explica que el olvido selectivo es una de las principales herramientas del perverso. “No se trata de que no recuerde, sino de que elige no hacerlo. Cuando el recuerdo implica reconocer el daño causado, su mente lo bloquea o lo transforma en una versión aceptable para su ego”, señaló.
Según Minaya, este patrón no aparece de la noche a la mañana. Suele tener raíces en la infancia o adolescencia, donde se forjan rasgos de manipulación, falta de empatía y una necesidad constante de control. “El perverso aprende a sobrevivir emocionalmente dominando a los demás. Y cuando su conducta causa daño, simplemente lo niega o lo minimiza. No hay espacio para la culpa, porque esta interrumpe su sensación de poder”, precisó.
En la vida cotidiana, estas personas pueden encontrarse en cualquier entorno: desde la familia hasta el trabajo, pasando por los círculos sociales o incluso religiosos. Su encanto superficial suele ser su carta de presentación. “El perverso sabe seducir con palabras, aparentar humildad o solidaridad. Pero detrás de esa fachada se esconde alguien que usa a los demás como instrumentos para satisfacer su ego o sus deseos”, advirtió el especialista.
El fenómeno también se traslada al ámbito público y político. En sociedades donde la mentira y la impunidad se vuelven parte del paisaje, los individuos con rasgos perversos encuentran terreno fértil. “Cuando el poder se convierte en un escenario para el engaño y la manipulación, la perversión se institucionaliza. Y entonces, el no recordar se vuelve una forma de sobrevivencia colectiva”, agregó Minaya.
La psicología moderna ha descrito este comportamiento dentro de los trastornos de personalidad antisocial o narcisista, donde la falta de remordimiento es un rasgo central. Estos individuos son hábiles en crear narrativas que los exculpan, proyectando la culpa sobre los demás. “Son expertos en invertir los papeles: hacen sentir culpable a la víctima y se presentan como los verdaderos ofendidos”, explicó el doctor.
En el ámbito familiar, el daño emocional que causan es profundo y duradero. Sus parejas o hijos suelen quedar atrapados en una red de manipulación que los lleva a dudar de sí mismos. “El perverso logra que la víctima se pregunte si realmente fue maltratada o si todo fue producto de su imaginación. Es una forma de tortura psicológica muy sutil, pero devastadora”, apuntó Minaya.
Los especialistas recomiendan identificar estos comportamientos a tiempo y poner límites firmes. “No se puede cambiar al perverso, porque él no considera que tenga un problema. Es la víctima quien debe protegerse, fortalecerse emocionalmente y, en muchos casos, alejarse por completo”, enfatizó el psicólogo.
En conclusión, el perverso no siente culpa porque ha aprendido a vivir sin conciencia moral. Prefiere no recordar porque el recuerdo lo enfrenta a su propia humanidad, algo que él ha decidido negar. Su olvido no es inocente: es una estrategia, un escudo y una condena.