Nabucodonosor, rey de Babilonia, ordenó la construcción de una enorme estatua de oro de 27 metros de altura en la llanura de Dura. Luego decretó que, al sonido de la música, todos los súbditos debían postrarse y adorarla. Aquel que desobedeciera sería lanzado a un horno de fuego ardiente.
Los tres jóvenes hebreos, conocidos por sus nombres babilónicos Sadrac, Mesac y Abed-nego, se negaron a inclinarse ante la imagen, pues su fe en Dios les prohibía rendir culto a otros dioses.
El desafío ante el rey
Cuando algunos funcionarios del reino denunciaron su desobediencia, Nabucodonosor, enfurecido, los llamó y les dio una última oportunidad para inclinarse ante la estatua. Sin embargo, ellos respondieron con valentía:
"No necesitamos responderte sobre este asunto. Nuestro Dios, a quien servimos, puede librarnos del horno de fuego ardiente; y si no lo hace, aún así no serviremos a tus dioses ni adoraremos la estatua que has levantado" (Daniel 3:16-18).
Ante esta respuesta, el rey ordenó que el horno se calentara siete veces más de lo habitual y que los jóvenes fueran atados y arrojados al fuego.
El milagro en el horno de fuego
El fuego era tan intenso que los soldados que arrojaron a los jóvenes murieron calcinados. Sin embargo, un hecho extraordinario ocurrió:
Cuando Nabucodonosor miró dentro del horno, quedó atónito y preguntó a sus consejeros:
"¿No echamos a tres hombres atados dentro del fuego?"
Ellos respondieron que sí, pero el rey, asombrado, exclamó:
"¡Veo cuatro hombres sueltos, caminando en medio del fuego sin sufrir daño! ¡Y el cuarto tiene la apariencia de un hijo de los dioses!" (Daniel 3:25).
Al ver esto, Nabucodonosor se acercó y ordenó:
"¡Sadrac, Mesac y Abed-nego, siervos del Dios Altísimo, salgan!"
Los tres jóvenes salieron ilesos, sin quemaduras ni olor a humo en su ropa.
El reconocimiento del poder de Dios
Impactado por el milagro, Nabucodonosor declaró:
"Bendito sea el Dios de Sadrac, Mesac y Abed-nego, que envió a su ángel y libró a sus siervos, porque confiaron en Él. No hay otro dios que pueda librar como este" (Daniel 3:28-29).
Además, ordenó que ninguna persona en su reino hablara contra el Dios de Israel y promovió a los tres jóvenes a altos cargos en Babilonia.
Lecciones de la historia
Esta historia es un testimonio de fe y valentía. Sadrac, Mesac y Abed-nego permanecieron firmes en su adoración a Dios, incluso ante la amenaza de muerte. Su confianza en el Señor fue recompensada con un milagro, demostrando que Dios tiene el poder de proteger a los suyos en las situaciones más difíciles.
Su ejemplo nos recuerda que, aunque enfrentemos pruebas y persecuciones, Dios está con nosotros en medio del fuego y nunca nos abandona.