Redacción Internacional.- Desde hace tiempo, un variedad de estudios han encontrando que la restricción calórica prolonga la vida de muchos animales y, posiblemente, también de los humanos. La limitación de las calorías totales debe cumplir con una serie de condiciones: es importante aportar al cuerpo todos los nutrientes que necesita en una proporción adecuada y, además, hacerse de acuerdo a un cierto horario que va en relación con los ritmos naturales de nuestro cuerpo (como los ritmos circadianos).

Un estudio llevado a cabo por el Centro Médico Suroeste de la Universidad de Texas (Estados Unidos) y publicado en el medio científico Science ha aportado recientemente evidencia sobre la importancia de alinear la restricción calórica con los horarios diarios.

Para ello, tomaron un grupo de modelos animales (ratones) y los dividieron en seis grupos. A uno de ellos, el grupo de control, le permitieron comer todo lo que desease y cuando lo desease; a los demás, se les impusieron dietas con restricción calórica con diferentes horarios de alimentación.

Con este enfoque, lo primero que observaron es que los ratones sometidos a restricción calórica, efectivamente, tendían a vivir más que aquellos que no seguían esta dieta. Concretamente, los ratones cuya ingesta calórica se limitó vivieron de media un 10% más que aquellos que podían comer libremente.

Entre el resto de grupos, no obstante, había también diferencias significativas. Aquellos que comían sólo durante el periodo inactivo de su ciclo circadiano (ritmo del cuerpo en relación con la alternancia entre noche y día; en los ratones sería durante el día y en los humanos durante la noche) vivían hasta un 20% más que los animales del grupo de control; y los que lo hacían durante la fase activa de su ciclo podían vivir, de media, hasta un 35% más.

¿Cenar más pronto?

Además, unos beneficios similares se encontraron en aspectos como la sensibilidad a la insulina y la regulación de los niveles de glucosa en los animales que seguían estos patrones dietéticos, lo que parece indicar que la restricción calórica durante una fase del ritmo circadiano, especialmente durante la inactiva, podría conducir a un envejecimiento más sano.

Similarmente, la restricción calórica parecía retrasar la activación de los genes relacionados con los procesos inflamatorios y la inactivación de los genes reguladores del ritmo circadiano en sí del metabolismo (procesos, ambos, que ocurren con la edad en todos los ratones de forma natural). El efecto, de nuevo era más pronunciado en los ratones que sólo comían en la fase activa del ciclo.

Como siempre sucede en las investigaciones en animales, estos resultados no son automáticamente extensibles a humanos. Sin embargo, la evidencia recogida a lo largo de múltiples trabajos en diferentes animales parece indicar en la misma dirección.

Es decir, a grosso modo se puede simplificar señalando que es probable que restringir la ingesta total de calorías (es decir, no serviría compensar comiendo más durante el día) evitando comer durante la fase inactiva del circadiano (la noche) tenga múltiples beneficios para la salud de las personas e incluso alargue la esperanza de vida.

Incluso, los autores sugieren que futuras investigaciones que profundicen en los mecanismos moleculares de este efecto podrían abrir la puerta al desarrollo de fármacos que imiten los efectos de la restricción calórica o que mejoren el alineamiento de los ritmos circadianos, lo que podría eventualmente lograr beneficios similares sin necesidad de limitar la dieta de las personas.