Los tres estilos explicativos que se empiezan a tomar forma en la infancia determinan nuestro nivel de optimismo o pesimismo a través de nuestra existencia. Estos son influenciados por los padres, principalmente la madre, las críticas y los traumas y perdidas que vivimos. Las experiencias diarias en la interacción entre el niño y la madre es la influencia más potente de las tres. Como la madre explica las causas de los eventos negativos que le suceden vas a influenciar el estilo explicativo del niño. Si la madre explica los eventos negativos desde una perspectiva optimista, el niño también explicara los acontecimientos y hechos negativos que le sucedan desde una perspectiva optimista. Pero si el estilo explicativo de la madre es pesimista, así también será el del niño. La segunda influencia tiene mucho que ver con la manera de los adultos criticar o justificar los fracasos del niño. Si la forma de los adultos criticar los fracasos y errores que el niño comete es permanente y perversa, el niño se inclinara hacia el pesimismo. Explicará los acontecimientos filtrándolos por una membrana pesimista. Se veras a sí mismo como incapaz de lograr sus metas. Las pérdidas y traumas de la infancia componen la tercera causa contribuyente al estilo explicativo nuestro. Las experiencias negativas y los traumas influencian si explicamos los eventos malos como cambiables o inmutables. Si pensamos que las experiencias negativas pueden ser cambiadas y vencidas, o son permanentes. Pero, si las experiencias negativas se abordan desde un esquema mental permanente y perverso, entonces la desesperanza y el pesimismo se van a arraigar. Las consecuencias serán emocionalmente funestas para la persona. El pesimismo impactara la salud, el éxito y la calidad de vida de la persona por toda su vida.