El pesimismo se ha estado convirtiendo en una enfermedad de la era moderna. Ya a una edad temprana se puede escuchar a los niños externalizando maneras pesimistas de ver la realidad. Presencie varias conversaciones entre padres e hijos adonde los niños de apenas ocho, once y quince años les insistían a los padres las diferentes razones por las cuales las cosas le saldrían mal. Una de estas razones, argumentaba un niño, era porque ''Todo me sale mal.'' Una de las consecuencias frecuente del ser pesimistas es que conduce a la depresión. Es usual ver a una persona pesimista deprimida, ya que, según él, las cosas le salen mal porque no tiene buena suerte. Ademas, es fácil de ver al pesimista en un estado de inercia. No hacen nada al respeto. Cuando fracasan en alguna empresa o relación, se sumergen en la inercia. Le cuesta levantarse y seguir luchando.

Entre los sentimientos más comunes producidos por el pesimismo están la ansiedad y la preocupación. Se sienten incapaces, derrotados. Pero estos sentimientos son subjetivos, auto proclamados, y adquieren una forma circulatoria en el pensamiento. Los pensamientos del pesimista son como un carrusel mental; dan vueltas y vueltas en su cerebro. El pesimismo es una profecía expresando a gritos que se cumpla. Por esto casi siempre al pesimista se le cumplen sus deseos de fracasar. Sus pensamientos son profecías autocumplidas. Atraen el fracaso como un imán. La persistencia tampoco es una de sus cualidades. Desde que las cosas comienzan a ir mal se rinden, abandonan. Por ejemplo, Juan y Lucia comienzan a tener problemas en sus relaciones. Lucia se siente insegura y empieza a celar a Juan. La respuesta de Juan es terminar su relación con Lucia, en lugar de hacer el esfuerzo de ayudarla a recobrar la confianza en él.  

Muchas condiciones médicas están asociadas con la actitud de las personas. Se ha documentado que las personas pesimistas tienen menos probabilidades de sobrevivir una enfermedad terminal que las personas optimistas. También están más propensas a enfermarse. Mientras que, a nivel profesional, el pesimismo tiene su costo. Al aspirar a posiciones de más responsabilidades, el pesimista va en desventaja. Raramente los pesimistas obtienen las promociones a las cuales aspiran. Mas aun, cuando ellos van por el camino correcto y algo le sale mal, se sienten muchísimo peor. Lo convierten en un desastre de proporciones bíblicas. En sus mentes el fracaso es una catástrofe, un sunami.