RD no es la solución de Haití

En los años noventa escribí un trabajo donde yo establecía que estábamos delante de una invasión pacífica haitiana, aparentemente no molestosa, muy peligrosa precisamente por ser pacífica, porque es una invasión escondida, no develada ni declarada, ni mucho menos violenta, y aparentemente no agresiva.

Establecía que lo malo de esta invasión pacífica estriba en que no era una invasión de golpe, sino poco a poco, chin a chin, hasta tener en nuestro territorio una enorme y pronunciada presencia haitiana.
Hoy por hoy nadie se atreve a negar que en nuestro país hay alrededor de 3 millones de haitianos de manera ilegal, viviendo y moviéndose de manera normal, de aquí para allá y de allá para acá.

Yo se que a muchos compatriotas dominicanos no les gusta que hablemos de esa enorme presencia haitiana en nuestro país, aún a sabiendas de que dicha presencia no deja de constituir un peligro permanente para nuestra nación.

Y es que muchos dominicanos pretenden olvidar de que nosotros como nación tenemos muchos y serios problemas históricos sin resolver, problemas que están ahí sobre el tapete. La pobreza extrema, nuestro subdesarrollo, el desempleo, la mala educación y el deficiente sistema de salud, la falta de vivienda, el narcotráfico, la delincuencia, la violencia, etc., que no hemos podido resolver, nos incapacitan para ser la solución de la peligrosa situación en la que se encuentra Haití.

 Y es precisamente aquí donde lamentablemente entran Estados Unidos, Canadá, Francia, España, Inglaterra, Japón, Italia, etc., que tienen la creencia de que nuestro país es la solución de la crisis de Haití y por tanto apuestan a que algún día se abra la frontera de par en par para que los vecinos haitianos entren en masa a nuestro territorio, lo que sería, según el sentir y deseo de estos países, la antesala y el paso definitivo de la “unificación   de la isla”. Para estos países la unificación de Haití y RD es la solución definitiva a la crisis de nuestros vecinos.

Sin embargo, desde hace muchos años muchos dominicanos hemos venido sosteniendo, todavía lo sostengo, que la República Dominicana no es, en modo alguno, la solución de la histórica, delicada, enorme y peligrosa situación por la que atraviesa Haití. 

Lo únicos que nosotros podemos hacer es prestar nuestro territorio para que desde aquí se puedan llevar hacia Haití de manera más organizada todas las ayudas humanitarias, políticas y económicas que los países más desarrollados y pudientes les quieran enviar a nuestros vecinos. También les podemos prestar nuestro territorio para que se reúnan aquí y puedan solucionar la crisis haitiana.

Para nadie es un secreto que la situación de Haití es sumamente delicada, compleja y, sobre todo, peligrosa. Que estamos delante de un problema mayúsculo, bien serio. Pero el peligro no es solo para los haitianos, si no para nuestra nación, por el hecho de que ambos países compartimos una misma isla, o sea, son nuestros vecinos más cercanos. La historia nos ha puesto a ambos países bailar bien pegado.

No hay que ser un genio para saber lo que harían los haitianos en caso de que el presente caos predominante en Haití termine en una poblada o conflagración social: la mayoría decidiría tratar de cruzar la frontera rumbo a República Dominicana, quizás como la única forma de salvar su pellejo.

Si se produjera una poblada, serían tantos los haitianos que huirían de su país rumbo a nuestra nación, que se nos haría imposible o muy difícil evitarlo, a pesar de todos los guardias que han enviado a proteger dicha frontera, o tendrían que matar a muchos de ellos.

Entonces uno se preguntaría y que nos pasaría como nación si una gran cantidad de haitianos logra pasar o es dejada pasar a nuestro territorio alegando que se trataría de una acción humanitaria de salvamento de vida. Con la de por sí enorme cantidad de haitianos que ya tenemos, más   la enorme cantidad que vendría, entonces aquí también podría producirse otro caos.

Y ese es precisamente lo peligroso de la situación haitiana, porque también nosotros como nación corremos el mismo riesgo de caer en otro caos de consecuencias impredecibles.

Con los muchos problemas históricos que hemos venido arrastrando, más los problemas que se han desprendido de la presente pandemia, problemas que hemos tenido que encarar y resolver con responsabilidad, mediante el uso de múltiples y cuantiosos recursos para poder salir a flote como nación, un aumento en la cantidad de haitianos en nuestro territorio, sería catastrófico, desastroso, calamitoso,  desafortunado, funesto, fatídico, nefasto, siniestro, trágico y apocalíptico para la República Dominicana, por más humanitario que seamos ante una posible estampida de haitianos a nuestro país.

Los informes que proceden de Haití nos indica con claridad meridiana que en estos momentos ese país sufre una nueva espiral de violencia política y caos social que ya se ha extendido a todos los rincones de su territorio. Hay muchos disturbios y las protestas se extienden por el país, lo que coloca a este país al borde del caos y del abismo. Lamentablemente la crisis política y social que vive Haití lo encaminan hacia la ingobernabilidad. 

(Recordemos que la madrugada del 7 de julio de este año el presidente Jovenel Moïse fue asesinado tras un ataque en su residencia por un grupo armado no identificado. Este hecho ha acrecentado la crisis haitiana. Es muy probable que el origen de este conflicto político este en las convulsas elecciones de 2017. Un año antes, Michel Martelly finalizó su gestión, pero los caóticos comicios obligaron a nombrar un presidente provisional durante un año hasta que Moïse asumió el cargo.)

En Haití predomina una lucha desorganizada entre varios grupos y líderes políticos por el control del poder. A esto se le suma un sin número de pandillas armadas y grupos mercenarios haciendo y deshaciendo a tu antojo, lo que convierte la situación haitiana en altamente peligrosa.

Recientemente Estados Unidos, con la anuencia de otros países, envió a Haití a sus asesores (como agentes de Seguridad Nacional, la DEA, la CIA, el FBI y otras agencias de inteligencia) para investiguen y determinen la gravedad de la situación haitiana. Todavía no se ha dicho nada de los resultados.

Me cuento entre los que resaltamos las medidas adecuadas tomadas por el presidente Abinader para proteger la frontera dominico haitiana, ya que la situación fronteriza es frágil y hay que evitar el paso de humanos, armas y drogas, la única manera de evitar esto es militarizando la frontera para proteger nuestro territorio.

Es a la comunidad internacional (con los países más pudientes a la cabeza) que le corresponde, tal y como la ha establecido el presidente Luis Abinader, asumir con urgencia y de una vez y por todas, la crisis haitiana «como una de altísima prioridad y de permanente seguimiento».

La comunidad internacional debería formar una comisión de 9 miembros representante de los países más pudiente, para que se establezca en Haití y asuma el control del país.

Esta comisión se encargaría, por tiempo indefinido, de organizar a Haití en todas sus instancias, se encargaría de recibir y controlar todas las ayudas necesarias para que dicho país pueda salir hacia delante.

Los hechos se han encargado de demostrar que los haitianos no tienen la más mínima voluntad política para asumir con éxito el control del destino de su propio país, ni mucho menos voluntad para resolver su delicada situación.

El caos político imperante en Haití se intensificó, se ha agudizado más por una estrambótica lucha de poder entre los grupos existentes.

Las reivindicaciones rivales han creado una crisis política volátil que ha causado confusión entre los expertos constitucionales y preocupa a los diplomáticos ante un posible colapso social generalizado que podría desencadenar la violencia o llevar a los haitianos a huir en masa del país, como lo han hecho después de desastres naturales, golpes de Estado y otros períodos de profunda inestabilidad.

Me parece que no falta mucho para que los grupos y bandas existentes en Haití empiecen a enfrentarse abiertamente unos contra otros, hasta hacer desaparecer las pocas cosas aún les quedan a los haitianos.

Es hora de que la República Dominicana se prepare para una estampida en masa de haitianos hacia nuestro país cuando llegue el colapso final de Haití. Hoy estamos a tiempo, mañana podría ser tarde.