El papa Francisco ha implorado a Dios en el museo del Yad Vashen, en Jerusalén, que "nunca más" permita un horror como el del holocausto, "una monstruosidad" y "un pecado" de la que los hombres deben "avergonzarse".

Y tiene toda la razón el sumo pontífice, porque ciertamente se trata de un acontecimiento vergonzoso de la historia que jamás debería repetirse.

El holocausto fue un hecho donde de manera cruel fueron asesinados cerca de 6 millones de personas, a manos de los nazis, pero otros lo calculan entre 11 ó 12 millones, la mitad de ellos judíos.

Lo cierto es que hasta mencionar la cifra da un escalofrío por la exagerada cantidad de víctimas.

Y lo menos que podemos hacer es sumarnos al pedido del papa Francisco a Dios, para que no permita que este hecho vuelva a suceder.

Algunos historiadores definen el holocausto como la persecución y genocidio de los judíos, así como a otros grupos minoritarios de la Europa y norte de Africa, en la Alemania nacionalsocialista durante la Segunda Guerra Mundial, en un asesinato sistemático e industrializado.

El término holocausto significa literalmente «todo quemado»; deriva del griego (olos) «todo» y del verbo καυσoω, (kausoo) «quemar». Este término era usado tradicionalmente para referirse a los rituales del mundo antiguo en los que se quemaba un animal como ofrenda a un dios. El animal era ofrecido voluntariamente al sacrificio para conseguir el perdón por acciones cometidas por el grupo.

Así, el término holocausto aplicado al asesinato de los judíos a manos de los nazis implicaría que los judíos se ofrecieron voluntariamente al fuego, que era una ofrenda a la divinidad y que ello "lavaría”’ sus pecados.

El papa Francisco pronunció una sentida oración tras saludar con calidez a siete sobrevivientes de aquel genocidio, encender el fuego de la memoria y rezar ante una corona de flores que le presentaron una niña católica y un niño judío.

El papa llegó al museo del Holocausto acompañado por el presidente de Israel, Simón Peres, y el primer ministro, Benjamín Netanyahu, tras convertirse en el primer pontífice en visitar la tumba de Theodor Herzl, fundador del sionismo, y hacer una parada inesperada en el memorial de víctimas israelíes del terrorismo.

El papa Francisco pidió a Dios que "nos salve de esta monstruosidad", de la que los hombres deben sentirse "deshonrados y avergonzados" por este pecado.

Todos debemos respaldar sin reservas este pedido del sumo pontífice a Dios, para que nunca jamás un hecho como este avergüence a la humanidad.