A raíz del ajusticiamiento del dictador Rafael Leonidas Trujillo y Molina, el 30 de mayo de 1961, y tras los disturbios se produjeron cuando la población dominicana despertó de la pesadilla de 31 años largos años de oprobios y opresión, el dictador ilustrado Joaquín Balaguer necesitó dar “un brinquito” a la barda de la Nunciatura Apostólica, ubicada justamente contigua a la casa de una hermana, y que fue su morada toda su vida.

“Asando batata”, está en el refranero dominicano; todo el mundo conoce tratase dejarse “agarrar”: desprevenido, descuidado, quedarse con la bola en las manos.

En uno de sus memorables discursos, de los tantos que pronunció Balaguer, durante su fructífera carrera política, usó la expresión encabeza este trabajo. Citamos de memoria, pero recordamos que el caudillo reformista dijo más o menos: “porque esta vez no me cogerán asando una batata”.

El largo introito viene a propósito del descuido de nuestras autoridades con la gran invasión pacífica vienen haciendo los haitianos al territorio nacional, y los gobiernos nuestros, atemorizados, e intimidado por un grupo de potencias foráneas, permiten impunemente.

Ya casi es imposible controlar el flujo migratorio haitiano, y al parecer a Estados Unidos, Francia, Alemania, Canadá, organizaciones multilaterales como la Unión Europea, se le viene dando su deseo de unificación de la Isla La Hispaniola, unida por ser la misma tierra, pero, dos pueblos muy distintos, separado por credo religioso, idioma, costumbres, cultura, e idiosincrasia.

En Haití acaban de ocurrir hechos muy lamentables. De inmediato, lo que sucede en el vecino país, repercute en República Dominicana. De una vez, los organismos de seguridad del Estado se poner en alerta roja, especulamos nosotros. Aún no se si es demasiado tarde. Pero somos muchos los que hemos hecho advertencias, y se nos hace “el caso del perro”.

*El autor es periodista y reside en Santo Domingo Oeste.