Dos Tipos de Liderazgo Político
Por el Dr. H. Geager

En el liderazgo político, los líderes transformacionales se destacan y sus gobiernos causan un mayor impacto histórico, al enfocarse en la implementación y desarrollo de cambios institucionales; en tanto introducen medidas políticas y económicas para favorecer y empoderar a sectores sociales más amplios.

Los líderes transformacionales respetan las normas y el estado de derecho. No se consideran por encima de las leyes. También mantienen un alto nivel de acountabilidad y generan grandes expectativas entre sus allegados y ministros. No toleran la corrupción administrativa y actúan rápidamente, con valentía y coraje, cuando hay indicios de corrupción. Abren el proceso político y económico haciendo que todo el mundo obedezca las reglas del juego. Ello facilita el empoderamiento de los ciudadanos. Por ejemplo, promulgan leyes de patentes que faciliten la entrada de todos los sectores sociales en las actividades económicas de la nación, y hacen que todos respeten las leyes de la propiedad privada.

Además, defienden y promueven el pluralismo político como también refuerzan la institucionalidad de las instituciones estatales. Lula es un modelo de líder transformacional, por representar y apoderar al segmento social de la clase trabajadora brasileña. A pesar de que algunos de los ministros que sirvieron durante su administración gubernamental han sido implicados en actos de corrupción. Como sostiene la Doctora María Elena Martin, “En rigor el gobierno de Lula tuvo altísimos niveles de corrupción, que recién Dilma está bajando. Ella echó a de siete a ocho ministros de la gestión anterior con fuertes sospechas de corrupción.”

Aquellos líderes políticos que se orientan a mantener el statu-quo a través de la construcción de obras de infraestructura y la compra-venta de favores políticos, son líderes transaccionales. Como tales, a corto plazo tienen un impacto inmediato, pero a largo plazo su impacto en la sociedad es de menor cuantía política y económica. Ello se debe a que usualmente son líderes que no exhiben rectitud ni integridad en sus acciones. Al final, cuando se examina cuidadosamente cómo han administrado el estado, surgen evidencias que indican el empeoramiento de las condiciones políticas y económicas de sus pueblos. Por ejemplo, el indicador más concreto es la amplitud de las diferencias de ingresos entre las elites del país y los demás segmentos sociales. Otra variable que se puede estudiar son los déficits que crean al recurrir a préstamos internacionales. En consecuencia, tanto la educación como la salud son áreas que particularmente sufren las embestidas de este tipo de líderes, que embrutecen y malogran a sus pueblos.

Finalmente, sus excesos políticos comprometen y corroen la integridad de las instituciones, creando así una gran falta de confianza de parte de los ciudadanos en las mismas. Para muestra basta con preguntar al ciudadano común si tiene confianza y respeto al sistema judicial, y si los jueces van a reconocer sus derechos legales de la misma manera que lo harían con miembros de las elites. Este simple ejercicio dejaría ver el grado de des-institucionalidad imperante. La anemia institucional que crean es un elemento primordial en el estudio y comprensión del proceso de desarrollo de sus naciones.

Por último, muchas veces aparecen algunos líderes híbridos que combinan elementos transformacionales con transaccionales. Estos generalmente fracasan porque no tienen una posición definida. Terminan siendo ineficaces porque aíslan tanto a las elites como al resto de la sociedad. Nada más hay que analizar los resultados y consecuencias de sus gobiernos para medir los grados de su ineficiencia e inefectividad administrativas.
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Nota: Gracias a la Doctora María Elena Martin, politóloga en la Universidad del Salvador, Argentina, por su observación sobre la administración de Lula y las correcciones textuales. Como también agradezco las sugerencias y correcciones editoriales de Roberto Benitez.