REDACCIÓN INTERNACIONAL.- Las tecnologías 3D cada vez tienen más aplicaciones en la medicina, desde el desarrollo de implantes o prótesis individualizados, hasta la impresión en 3D de medicamentos cada vez más personalizados y adaptados a los distintos pacientes. Y es que, aunque suena menos espectacular que poder imprimir un trozo de piel para realizar un trasplante, la impresión de medicamentos en 3D puede facilitar mucho el día a día de las personas polimedicadas o con pocas posibilidades terapéuticas.

Para hablarnos de estas ventajas y de cómo se fabrican estos medicamentos, charlamos con la Dra. Dolores Serrano, del Dpto. Farmacia Galénica y Tecnología Alimentaria Facultad de Farmacia Universidad Complutense de Madrid. La doctora Serrano acaba de ser galardonada con el premio de investigación sobre la Salud Digital en el ámbito de la Medicina Personalizada de Precisión que otorga la Fundación Instituto Roche.

¿Quién se beneficia de los medicamentos impresos en 3D?

La impresión de medicamentos en 3D es un sistema que, dependiendo de las técnicas que se utilicen, consiste básicamente en crear un solo medicamento con varios principios activos distintos, “combinar distintos fármacos dentro de una forma farmacéutica, como si dividiéramos un solo comprimido en distintos compartimentos, de manera que en cada compartimento se imprime uno de los fármacos que el paciente necesita, y combinarlos en lo que se conoce como una polipíldora”, cuenta la Dra. Dolores Serrano.

Esta técnica supone una gran ventaja para muchos pacientes. En primer lugar, para los pacientes polimedicados, que toman varios medicamentes distintos y para distintas patologías varias veces al día, “estas personas podrían tomar toda su medicación en un solo comprimido, lo que facilita mucho la adherencia al tratamiento”, especialmente entre los pacientes de mayor edad. También supone una ventaja para los pacientes más jóvenes, pues, como afirma Serrano, “hay muchos medicamentos que no están adaptados para los niños y que a los niños les cuesta mucho tomar. Podríamos, por ejemplo, imprimirlos en forma de gominola, en comprimidos más pequeños y fáciles de tragar…”. Y también puede ser útil para los pacientes con enfermedades raras, que “tienen menos opciones de tratamientos porque hay muy poca población. Con la impresión en 3D se podría fabricar estos tratamientos más especiales en los hospitales y hacer fármacos mucho más personalizados”, afirma, “sería como un tipo de formulación magistral, pero aplicada a unos fármacos cada vez más personalizados”.

¿Desde cuándo se utilizan?

El primer fármaco en 3D aprobado por la FDA fue el Spritam en 2015, un medicamento para la epilepsia, y hace poco acaban de aprobar otro para la artritis reumatoide, el Triastek. En Europa, vamos más despacio, “la FDA es más lanzada, mientas que la EMA es más conservadora, pero pronto darán el paso y lo aprobarán aquí”, asegura, “primero empieza la industria, pero y a nivel hospitalario costará un poco más”.

Y es que, el objetivo, más que la industria lo aplique, algo que ya está empezando a hacer con medicamentos con mucha demanda, es que este sistema llegue a los hospitales para poder llevar a cabo tratamientos más personalizados, “yo espero que, en tres o cuatro años, ya se esté haciendo en muchos hospitales, pero es una técnica compleja y hay que formar primero a los profesionales sanitarios. Impresoras 3D hay muchas, pero las que se utilicen en los hospitales tienen que tener unos estándares de calidad muy buenos y se tienen que poder limpiar muy bien para que no haya contaminación. Este tipo de impresoras ya se están construyendo, y ya se están llevando a cabo los primeros estudios en España en un hospital de Santiago de Compostela, que estaba empezando a imprimir medicamentos para pacientes con enfermedades raras en el hospital. Pero el gran reto es la formación de los profesionales”, destaca.

Lo que no parece factible es que esta técnica se aplique a la forma de tomar los fármacos en general, porque no es rentable, “fabricar medicamentos a gran escala es muy barato. Los medicamentos en 3D son más caros y lo ideal es que se fabriquen para quien realmente se va a beneficiar de ellos, como los grupos que te comentaba antes”.

Tampoco, como le han llegado a preguntar, si llegará el día en que una persona con una impresora 3D en casa pueda imprimir sus propios medicamentos, “yo no lo veo, da mucho miedo, porque es muy complejo y arriesgado. Lo que sí está haciendo la gente, por ejemplo, a veces es imprimirse sus propios brackets transparentes, que es capaz de diseñarlos e imprimirlos, pero un fármaco ya es distinto”, alerta.

¿Y qué pasará con los trasplantes?

En esta área cada más popular de la medicina, la impresión 3D también es casi una realidad, especialmente en la de los implantes, “es un área que cada vez está más explotada y que tiene mucha más aplicabilidad, sobre todo los implantes, las prótesis… Personalizar en este caso sí es muy rentable, porque si, por ejemplo, una persona tiene riesgo de rechazar un implante, si lo personalizas y evitar el rechazo, evitarás también tener que operarla muchas veces, con todo lo que supone”, asegura. Con el tema de la impresión de órganos, Dolores Serrano es bastante más prudente, “en el caso de la piel, por ejemplo, ya hay una startup en España en la que son capaces de imprimir piel con células de los propios pacientes, pero la piel son pocas capas, no tiene vasos sanguíneos ni células neuronales, que es lo que dificulta imprimir tejidos, órganos funcionales…”. Es decir, que para poder trasplantar órganos impresos en 3D todavía nos queda un largo camino por recorrer.