Hasta donde se sabe, no existe una fotografía de Rosa Duarte, hermana del Padre de la Patria dominicana, Juan Pablo Duarte. Las imágenes que se muestran de ella son idealizaciones de artistas plásticos como Miguel Núñez, Cristian Hernández, Orestes Toribio, Ramón Sandoval y Juan Gilberto Núñez, basadas en una fotografía no autentificada ni por descendientes de los Duarte ni por historiadores.
A esas idealizaciones se suma ahora una de Dustin Muñoz, pintor extraordinario, cuyo retrato de Rosa Duarte ha sido seleccionado por el Instituto Duartiano y el Instituto Postal Dominicano para un sello conmemorativo del bicentenario de esta heroína recién exaltada al Panteón de la Patria.
Para realizar esta obra, Dustin ha tomado como referencia las fotografías de los hermanos de Rosa: Juan Pablo, Vicente Celestino y Manuel; y de la nieta de Vicente, Matilde; logrando una imagen que tiene, indudablemente, el aire de los Duarte, y que tal vez represente el mejor acercamiento visual a esta mujer excepcional.
Dustin Muñoz: “La he representado con la edad que ella tenía al momento de la independencia, poco menos de 24 años. Es una obra simbólica, ambientada con elementos de diferentes épocas que permiten a los espectadores identificar de forma inmediata que están delante del retrato de una figura de la historia de la patria”.
La interpretación que ha hecho Dustin Muñoz de Rosa Duarte difiere de las de sus colegas no solo en las características físicas sino también en la intención simbólica. Mientras los demás retratos la muestran posando contra un fondo neutro, el de Dustin la presenta en un ambiente alusivo a su labor como revolucionaria y como cronista de primera línea de la vida y obra de su heroico hermano, a través de sus imprescindibles Apuntes para la historia de Santo Domingo y para la biografía del General dominicano Juan Pablo Duarte y Diez.
DM: “Opté por contextualizar a Rosa en el ambiente independentista de la noche del 27 de febrero que da origen a la patria: una mezcla de suceso y reminiscencia, de acto y consecuencias de lo acontecido aquella noche. Obviamente, como símbolo patrio no podía faltar la enseña tricolor. Motivado por los aportes de Rosa a la gesta independentista y a la historia, decidí ambientar el espacio pictórico con elementos que forman parte del escudo nacional. Por eso se observa en el fondo de la composición la rama de palma, el laurel, las cuatro banderas sin escudo y las dos lanzas. Además, en el atuendo lleva Rosa la cruz del escudo nacional y sobre las piernas reposa la bandera dominicana que acoge una biblia abierta, conteniendo dentro de ella los Apuntes manuscritos y algunas cartas, sujetados con un cintillo tricolor por el valor patriótico que representan”.
La pieza está realizada en acrílica sobre tela y tiene un formato de 44 x 33 pulgadas, el cual permite que la figura retratada tenga un tamaño natural que le aporta realismo. “Por el lugar donde será colocada la obra en el Instituto Duartiano, y para guardar armonía con las demás piezas allí expuestas —donde Juan Pablo Duarte es la figura central—, elegí unas gamas de suaves matices que, aunque se trata de una obra pluritonal y de un colorido diverso, están armonizadas con capas de veladuras de tendencia sepia. Esto, por un lado, le otorga tiempo a la obra, le da distancia temporal; y, por otro lado, complementa con el carácter psicológico que envuelve a la figura representada”.
¿Qué significa para ti hacer un retrato de Rosa Duarte en el bicentenario de su nacimiento?
DM “Realizar esta obra es volver a la historia jugando un rol de responsabilidad ciudadana. Es valorar en su justa dimensión a nuestros héroes y heroínas, identificar sus aportes, su entrega abnegada y sus sacrificios. En el caso que nos ocupa, no es pintar a una mujer y ya; es estudiarla, analizar su entorno, ponerme en su lugar y tratar de comprender los sentimientos del personaje y su estado psicológico”.
¿Como debemos ver y sentir tu retrato de Rosa Duarte?
DM “Como estructura compositiva, he procurado que la retratada interpele al espectador con su mirada penetrante y que al mismo tiempo deje sentir su estado anímico. En ese sentido, su rostro es el centro de interés de la composición. Espero que quien observe la obra reconozca que tenemos una deuda infinita con la familia Duarte, y que Rosa, pudiendo optar por una vida más acomodada, prefirió el sacrificio y el destierro —por esa razón presento en la obra la delicadeza de su postura y la calidad de su indumentaria—”.
No hay una imagen original de Rosa Duarte, pero su iconografía va creciendo y empieza a marcar hitos, como este maravilloso retrato de Dustin Muñoz. Esto representa, quizás, una evidencia de la revalorización de sus aportes patrióticos, del interés por conocer su sacrificio y valentía, de la necesidad de destacar sus cualidades como mujer y ciudadana, que en este bicentenario de su nacimiento la han colocado en un lugar a la altura de su dignidad.