El Distrito Nacional como capital de la República y los municipios de la provincia Santo Domingo, pese a sus privilegiados espacios no reflejan preocupación por la arrabalización masiva de su interno y el desorden operativo como metrópolis y demarcaciones mayormente pobladas.

Esta situación contrasta con las grandes y lujosas edificaciones que se levantan de repente en los principales centros urbanos y las periferias, como si se tratara de la varita mágica del genio de la lámpara de Aladino.

No es secreto para nadie en la capital y los ocho municipios que conforman la provincia, la suciedad, el abandono y el descuido total de áreas reservadas, de aceras, contenes, puentes peatonales, elevados y túneles, así como las intersecciones de las principales avenidas, en las cuales se han improvisado mercados ambulantes, desorden en el tránsito, de los choferes públicos, los motoconchistas y limpiavidrios.

Tampoco puede ignorarse como prácticas ya superadas que han vuelto con la venta de ropa en las calles, los frio-frio, coco de agua, frutas y alimentos variados sin control sanitario alguno, así como tiendas que obstruyen el paso peatonal, rutas improvisadas y paradas hechas a la fuerza por doquier, sin que a ningún alcalde le importe, a lo mejor para no afectar su simpatía electoral.

Los ocho municipios tienen debilidades en la recogida de la basura, la limpieza, el suministro agua, la electricidad y telecomunicación, pero ningún ejecutivo municipal alza la voz para defender a sus munícipes, porque cuando son elegidos se convierten en figuras de poco acceso para sus electores.

Sólo en República Dominicana la coincidencia es total en los ejecutivos municipales que dependen del Gobierno para soluciones obligadas y no dan participación a la comunidad, tal vez, por temor a que fiscalicen los recursos que obtienen por las Leyes y los arbitrios que recaudan.

Es tiempo de frenar esta situación, vigilar a las autoridades edilicias, no votar por vagos que solo quieren la posición para acumular riquezas, con muy honrosas excepciones. ¡Ya está bueno!