En los tiempos de las utopías, cuando las juventudes de todo el mundo levantaban banderas libertarias y gritaban a todo pulmón la necesidad de la revolución, se traía consigo una serie de conceptos que trataban de diferenciar su actitud con la mentalidad del capital.

Uno de esos principios diferenciadores era la celebración de días específicos, sentimentales, pero que venían cargados de todo lo que buscaba el capitalismo salvaje: “aumentar el gasto de la población para sacarle ventajas multimillonarias a los sentimientos de la gente”.

Así, entre estos días “sobre importantizados por el capital” se destacaban el de los Reyes Magos, el seis de enero; San Valentín, el 14 de febrero; los de la Semana Santa y, por supuesto, el último domingo del mes de mayo, Día de las Madres, para República Dominicana, porque en otros países la celebración tiene otras fechas y motivos.

Pero el caso nuestro, y refiriéndonos a estos tiempos pasados, el Día de las Madres, entraba en esa categoría de “fechas del comercio”, que eran aupadas para aumentar sus ventas. Muchos de esos conceptos levantados en esos tiempos, que algunos llaman de la “Guerra Fría”, pudieron ser erróneos.

Pero éste, de los días especiales para levantar algunos sentimientos, continúan siendo una treta de quienes manejan las actividades comerciales a nivel mundial.

¿Acaso entregar un regalo a una madre, a la que durante varios meses tú no tienes presente, te hace sentir un hijo o hija ejemplar? Con la madre se celebra cada día. Con solo hacerle una llamadita telefónica, llevarle un ramo de flores, brindarle una comida que sea de su agrado, o recordar anécdotas de sus años vividos.

Ni hablar de lo que pudiste ser para ella en tus tiempos mozos, en los que tu comportamiento social se convertía en un orgullo materno. Decíamos en esos tiempos que la mejor satisfacción para nuestras madres eran esas proclamas de voz en cuello que ellas hacían para defender la honra y el buen comportamiento de sus hijos, frente a los desafíos que siempre ha tenido esta sociedad para los jóvenes, sin importar su estrato social.

Estas reflexiones no detendrán que miles y miles de personas acudan a los centros comerciales a buscar “su regalo” para sus madres, pero no tengo dudas “de que en su día” ellas se sentirán más contentas con ver llegar a sus hijos, que con el regalo que lleven en las manos.