El Colegio Dominicano de Periodistas (CDP) atraviesa por sus peores tiempos, sobre todo, porque en las últimas décadas su dirigencia no ha mostrado la capacidad que se requiere para convertir la entidad en una genuina representación de los intereses del periodista.

Hay dirigentes que desde 1983, con la Ley 148, malograda por una instancia de los dueños de medios, pero restituida con la 10-91 de 1991, han ocupado posiciones, llenado espacios y gestionado transformaciones, las cuales, al final de la jornada, no han dado los frutos esperados, con honrosas excepciones.

Ahora, el proselitismo gremial periodístico, con o sin influencias partidarias, se desborda. Pero los principales protagonistas han transitado todo el trayecto sin lograr nada, cerrando cruelmente el paso a los nuevos valores que pudieran dedicar juventud, tiempo y espacio, a legarnos un mejor CDP.

Sería bueno que esos dirigentes, que han vivido por años bajo las sombras del CDP, alcanzando metas personales, en muchos casos, pero dejando la entidad en su eterna condición de cenicienta, cesen. Es el único colegio que no reporta avances ni desarrollo en el siglo 21.

Tiempo es, de que esos viejos colegas, que ya tienen poco que dar, cedan el paso a esas generaciones de nuevos profesionales que quieren trabajar y aportar a favor de este colegio que, pudiera ser el baluarte en la defensa de la profesión, de la democracia y del país.

Hay que dar un ejemplo el próximo agosto, facilitando con el voto periodístico, que las nuevas generaciones que aspiran, asuman con bríos y sangre nueva, la responsabilidad de levantar la entidad que cada vez se aproxima más al fondo.

La experiencia, debe ser utilizada solo para asesorar en la búsqueda de mejores resultados, pero esta bueno ya de navegar en una embarcación, cuyo desempeño dependa siempre de la voluntad de otros, de los gobiernos y las agencias oficiales. Miremos los colegios Médico, de Ingenieros, Notarios y la asociación de los profesores. Todos crecen pero nosotros no. ¡Basta ya!