Era su ritual. Creía que mirar y acariciar esa medalla podía dar suerte a su selección.

Era, además, uno de los pocos jugadores de aquella final que conservaban aquel recuerdo. Muchos la habían tenido que empeñar. Él mismo había vendido, 15 años atrás, el jersey amarillo que lució en la final contra Alemania, y subastó su medalla por 150.000 euros para ayudar a sus hijos a comprar una casa.

Después la recuperó. Y es que cuando Gordon Banks pasó a ser futbolista profesional en el Leicester, cobraba solo 20 libras a la semana. No se hizo rico, y además tuvo que retirarse en 1972 después de sufrir un accidente de tráfico en el que perdió la visión del ojo derecho.

Cuando Banks ganó el Mundial, el fútbol solo era cosa de hombres, hasta en las celebraciones. Cuando llegaron al hotel de Londres con la copa Jules Rimet, les esperaban sus mujeres, tras seis semanas sin poder estar juntos. Banks le dijo a la suya que se vistiera para la cena de celebración, pero los dirigentes de la Federación le avisaron de que aquella era solo una fiesta para hombres. Su esposa se quedó en la habitación.

Fue su primer encontronazo con la FA; el último, el pasado junio, cuando ya enfermo del cáncer de riñón del que ha fallecido, se sintió marginado por la federación, que no invitó a los ganadores de la Copa del Mundo a la cita rusa.

Banks llegó al Leicester, su primer equipo profesional, procedente del Chesterfield. Había abandonado la escuela de Yorkshire a los 15 años, y pudo dejar de cavar zanjas y transportar ladrillos en una obra. Jugó ocho temporadas y su único título fue el Mundial, aunque salvó a su club del descenso en varias ocasiones.

En 1967 fue traspasado al Stoke City, donde permaneció siete temporadas. Siguió siendo el portero de la selección inglesa, con el que jugó el Mundial de México y en el que protagonizó la que se considera la mejor parada en la historia de la Copa del Mundo, tras un centro de Jairzinho y el remate de Pelé, picado, que botó en el suelo, y al que voló Banks desde el primer palo para sacarlo a córner.

En cuartos de final, sin embargo, jugó el suplente, Peter Bonetti. Según la historia oficial, se bebió una cerveza que le sentó mal. La oficiosa afirma que no fue solo una.