Con la última administración de Leonel Fernández terminó el ciclo de casi cien años de la sociedad trujillista y postrujillista en la República Dominicana. Finalizó la era del caudillo prepotente y elitista, encarnado por sus más fieles exponentes desde la dirección política del Estado: Rafael Leonidas Trujillo, Joaquín Balaguer y Leonel Fernández. 

Tres caudillos y el mismo modelo arrogante capitalista al servicio de la iniquidad. Nada diferente pasó, en materia de transformaciones, bajo las administraciones de Antonio Guzmán, Jorge Blanco e Hipólito Mejía.

 Casi 100 años de historia dominada por el mismo modelo del abuso, el atraso y el enriquecimiento de grupos minoritarios, bajo un Estado al servicio del crecimiento macroeconómico, sin desarrollo humano.
Con Juan Bosch hubo un intento fallido. 

Las sucesivas administraciones sólo sirvieron para perpetuar la miseria, dejando intacto el modelo de iniquidad social y privilegios. 

Ninguno de esos gobiernos fue capaz de emprender modelos de desarrollo con justicia social. Balaguer, en medio del descrédito y la impopularidad derivada de su administración, matizada por la opresión, quiso desarrollar una reforma agraria que terminó en la demagogia. Fue tal el fracaso que el campesino terminó mudándose a las ciudades. Salvo el período de Guzmán y la liberación de los presos políticos, el encanto de los gobiernos del PRD terminó siempre en el más doloroso tormento. 

Nada novedoso había ocurrido hasta la llegada de Danilo Medina. Donde Fernández dejo un déficit fiscal de 200 mil millones de pesos, la nueva administración lo enfrenta y supera enseguida. 

Donde la Barry Gold tiene un contrato vergonzoso que deja la mina de oro de Pueblo Viejo en sus escombros, la nueva administración destruye ese contrato, por leonino, y deja el Estado en mejores condiciones. Donde el analfabetismo no había tenido la menor acción seria del Estado, nace un programa que dejará a 800 mil ciudadanos fuera de las tinieblas. Los financiamientos a la pequeña y mediana empresas son ya una realidad indiscutible. 

El olfato de los pueblos no es cosa de muchachos. La sabiduría popular tiene misterios insondables. Todo lo ocurrido en la pasada convención del PLD son hechos contundentes, no palabras. 

El huracán político no fue nada pequeño. Fernández, el último caudillo postrujillista, es todavía el presidente del PLD. Pero no hay duda de que Medina es el líder. 

Es el nuevo rostro humilde, sencillo, de la democracia dominicana, sin impedir que los ricos sigan siendo más ricos, pero haciendo que los pobres sean menos pobres. Ha ganado, en un primer round, el nuevo modelo de la sociedad emergente, incluyente, compasiva y humanitaria.

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