No es abogado sino economista, sin embargo desde el primer momento el presidente Danilo Medina lo tuvo claro y acertó al afirmar que el asunto no era jurídico sino humano y sobre todo político, y también económico, añade uno.

Y ahí hemos andado.

El Tribunal Constitucional que es soberano y sus sentencias son inapelables, buscando presionar al Estado para que “haga lo que nunca se ha hecho”, o sea, poner cierto orden en las relaciones migratorias de RD con Haití, dio a la luz una sentencia que podría lograr algo de eso, pero al alto precio de violar los derechos humanos de miles de dominicanos hijos de haitianos nacidos antes de enero del 2010. Y ahí está el meollo. O sea, la vaina.

La comunidad internacional no puede ni va aceptar lo que la sentencia del TC provocaría: El despojo de una nacionalidad ya ejercida, a miles de dominicanos de origen haitiano.

No es casual que en el mismo tema y con similar posición de preocupación por la violación de derechos fundamentales de ciudadanos dominicanos de origen haitiano coincidan, Nicolás Maduro y el Gobierno de Estados Unidos; el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas y Raúl Castro (y eso es mucho coincidir); que unan sus voces la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la Unión Europea, el influyente arzobispo de Boston, y diarios del prestigio de El País, de España, The New York Times y Boston Globe. Y si faltaba algo, justo y como escribiera Juan Bolívar Díaz en su “Tema de Hoy”, resulta que en la OEA, al asunto “se le considera la más grave violación de derechos humanos en la historia de la organización”.          

El drama está planteado.

El Poder Ejecutivo debe respetar la sentencia de un Tribunal independiente y soberano, pero al mismo tiempo debe encontrar una solución que como bien escribiera el expresidente Leonel Fernández, “satisfaga los requerimientos del derecho internacional de los Derechos Humanos, rescate el prestigio internacional de nuestro país” -hoy altamente deteriorado ante TODA la comunidad internacional-pm, pero sin quebrantar los atributos de nuestra soberanía nacional”. He ahí el desafío. Ahora que hablen los que saben. Se buscan propuestas inteligentes.

Si el asunto es eminentemente humano y político, el presidente de la República, Medina, y el líder del partido gobernante, Fernández, tienen la última palabra, pero insisto, solo después de escuchar a los sabios, los expertos,

Es la hora definitiva de encontrar una definitiva salida a un histórico problema, que en lo fundamental ha creado un Estado Dominicano corrupto para satisfacer a un empresariado que prefiere que se fusione la isla en guettos de pobreza, bajo un sistema de Apartheid caribeño inaceptable ante el mundo, con tal de seguir teniendo a su disposición una mano de obra semiesclava, barata por ilegal, y por lo mismo, sin ningún derecho laboral, y en pleno siglo XXI.  

Solo que los muy señores olvidaron que el mundo es ya un pañuelo, y la aldea global está aquí para quedarse. (Y pensar que van a misa los domingos, joder).