En estos finales de 2013, vimos sin asombro el habitual ejercicio de entrega de fundas y cajas navideñas, por parte de “líderes” y hasta del mismo presidente de la República.  Leonel Fernández, PLD, arrancó el reparto de 150 mil cajas navideñas para todo el país, haciéndose esperar siempre por más de cinco horas y con la foto grande del ex presidente, sacada hace ya unos cuantos años, pegada en cada una, con un inversión de más de RD$ 100 millones.

Miguel Vargas, PRD, asegurando que 2014 será el año del “crecimiento y fortalecimiento de esa organización”, encabezó la entrega de presentes a la dirigencia del partido, “como contribución al disfrute en familia de las navidades”, en otro gesto de la práctica política tradicional.

Ramón Rogelio Genao, PRSC, anunció temprano el reparto de 75 mil canastas, en la Fundación Joaquín Balaguer, de la Avenida Máximo Gómez, con un operativo que incluyó más de 300 agentes de la Policía Nacional, un clásico. La inversión reformista, calculada en RD$ 50 millones de pesos, además de productos alimenticios, tenía el “plus” de RD$ 100.00 en efectivo para el pasaje de quienes recibían. (No podía ser menos, fue Balaguer que inició la costumbre, criticada por la oposición de entonces, pero copiada fielmente por todos los criticantes).

El gobierno central, a través del Plan Social, también repartió de 800 mil cajas navideñas a familias de bajos ingresos económicos en las 32 provincias del país, a un costo de más de mil millones de pesos, con el propósito fundamental de que “las familias más empobrecidas del país tengan la oportunidad de festejar una Navidad feliz, según el deseo del Presidente de la República”.

De todas estas dádivas de la tradición politiquera y navideña doméstica, se puede destacar la de Luis Acosta Moreta, El Gallo, y el almuerzo de Nochebuena a los enfermos del Leprocomio Nacional Nuestra Señora de las Mercedes, en Nigua, San Cristóbal, compartiendo desde hace muchos años con las personas más olvidadas del país, con una entrega elogiable.

La práctica clientelar en la política es punto de partida y a la vez de llegada del intercambio de la “lástima”, fundamento y a la vez consecuencia de tanta desigualdad. ¡Cuánto dinero gastado para humillar! Pero nos cuesta cambiar, aunque hayamos prometido lo que nunca se hizo. Y es una pena, porque como decía Nietzsche, “Nada más pernicioso que ese culto a la pobreza, aderezado de buenos sentimientos, que está arraigado en la misericordia cristiana y que perdura en las actuales formas de solidaridad”.

Felíz Año Nuevo!