Al nacer, el ser humano promedio pesa un poco menos de 3,5 kilos y tiene unos 45 centímetros de largo. A partir de ese momento, durante las primeras semanas de vida crecemos más rápido que nunca: casi un centímetro por semana.

Y el único alimento para mantener ese impresionante ritmo de crecimiento es la leche materna, un líquido asombroso que contiene todo lo necesario para el desarrollo de un bebé humano.

Pero además es un fluido caro, pues la madre tiene que descomponer su cuerpo para producirlo. Así como suena: tiene que, por ejemplo, derretir la grasa que tenga almacenada -empezando por la de las caderas y trasero-.

Es por eso que el hecho de que uno de los principales ingredientes de la leche materna sea uno que no puede ser digerido por los humanos es tan extraño.

"La leche materna, básicamente, es todo lo que el bebé necesita nutricionalmente... y mucho más", señala Bruce German, del Departamento de Ciencia y Tecnología Alimentaria de la Universidad de California en Davis, Estados Unidos.