A principios de noviembre de 1961 el general Rafael L. Trujillo hijo (Ramfis), jefe de Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, lucía nervioso, taciturno, impenetrable. Dispuso rígidos controles a la entrada a su residencia veraniega de Andrés, Boca Chica, donde ahora está el Club Naútico de Santo Domingo.

Estaba desesperado porque se levantaran las sanciones que la Organización de Estados Americanos (OEA) había impuesto al país, a raíz del atentado contra el presidente de Venezuela Rómulo Betancourt.

Ese comportamiento se tornó más agresivo luego del discurso pronunciado por el presidente Joaquín Balaguer en la asamblea de las Naciones Unidas, en Nueva York, en la que lanzó fuertes críticas a las ejecutorias de gobierno del dictador Rafael L. Trujillo. Los coroneles Luis José León Estévez, (Pechito) su cuñado, y Gilberto Sánchez Rubirosa (Tuntin), eran los únicos colaboradores con acceso libre a las oficinas del alto jefe militar.

Para la ocasión Ramfis había concentrado su accionar en el asesinato de los participantes en el plan que eliminó a su padre. El general y sus cercanos colaboradores planificaban, diseñaban y discutían alternativas que permitiera el fusilamiento de los conjurados, “con la participación de la menor cantidad posible de personas”. La matanza se materializó en la tarde del 18 de noviembre y los Trujillo partieron el 19 siguiente.
Una mañana el general conjunto llamó a su despacho a su secretario, el taquígrafo César Saillant, y le recomendó preparar un aviso para el periódico El Caribe, donde se dijera que “los implicados en el asesinato de papá serán llevados a partir del lunes de la próxima semana, al sitio del crimen, para completar unos datos que se están preparando para un folleto”. El texto no le gustó porque lo consideró muy largo.

Saillant revela en sus memorias que preparó otro aviso que tampoco admitió el general y que un tercer texto redactado lo aceptó con la recomendación de que se eliminara la expresión “horrendo crimen”.

La dirección del periódico estaba a cargo del periodista Rafael Herrera, que sustituyó a José Canó López, que a su vez había reemplazado al Dr. German Ornes.

Según Saillant Ramfis mantuvo en su oficina el tercer aviso preparado al efecto, el cual devolvió una semana después, con la recomendación de “que lo publiquen mañana en El Caribe en primera página, y que en la parte que dice que las personas implicadas en el asesinato del generalísimo serán trasladadas al sitio donde ocurrió el crimen, a partir del lunes de la próxima semana, un día no determinado, con el propósito de completar sobre el terreno algunos datos para un folleto que se está preparando sobre el crimen”.

Al día siguiente León Estévez llamó a Saillant y le advirtió que la “nota enviada por el general había sido modificada; llama al periódico y que asuman responsabilidad del caso”. El asistente de Ramfis rápidamente visitó la redacción del periódico, en la calle El Conde y conversó con el jefe de redacción, Jaime Lockward, para establecer la persona que había cambiado el texto original del aviso. Saillant fue recibido por el director Herrera, quien textualmente le expresó: “Dígale al general que en este caso no hay otro responsable que yo; recibí la nota y antes de darla a la publicación la rehíce para darle un giro más periodístico, como es costumbre que se haga en estos casos. Hágale saber que tomaré las medidas correspondientes y que esto no volverá a ocurrir en el futuro”.

El texto original enviado por Ramfis decía: “LOS ACUSADOS SERAN TRASLADADOS A PARTIR DEL LUNES DE LA PROXIMA SEMANA, y la corrección de Herrera eliminó la expresión “A partir”. León Estévez, según Saillant, estaba furioso y con evidentes signos de actuar contra el director del matutino.

Horas después el alto jefe militar envió una nota al presidente Balaguer informándole que “he procedido a la sustitución de Herrera, como director de El Caribe, “por considerar que quien no sabe obedecer… no sabe mandar”.

Con don Rafael fuera del periódico el general dispuso que se publicara otra nota informando que el traslado de los acusados se había pospuesto, “sin indicar día”. Para la ocasión la suerte de los conjurados en la muerte de Trujillo estaba signada y se materializó en la tarde del 18 de noviembre de 1961, un día antes de la partida de Ramfis.

El periodista Herrera, luego del magnicidio del generalísimo, fijó residencia en San Juan, Puerto Rico, donde trabajó en el diario El Imparcial. Fue nombrado por Balaguer embajador ante las Naciones Unidas, donde estuvo acompañando al gobernante a fines de octubre de 1961, cuando pronunció el histórico discurso que cuestionó el mandato de 30 años del insigne Jefe.