En el mes de febrero en curso se cumplen 88 años del llamado “Movimiento Cívico”, que en realidad fue un golpe de Estado, mediante el cual el general Rafael L. Trujillo derrocó el gobierno de Horacio Vásquez.

El cerebro principal del movimiento de 23 de febrero de 1930 fueron Rafael Vidal Torres y Roberto Despradel, quienes, estando presos en la Fortaleza Ozama, “se dieron cuenta de que el futuro dictador podría ser el instrumento más eficaz para derribar el Gobierno del presidente Vásquez”, según narra Jesús de Galíndez en su obra. 

En el plan entraron las ambiciones personales de Rafael Estrella Ureña y la frustración de los pequeños partidos políticos, como el Liberal, de Desiderio Arias.

Algún tiempo antes del golpe, fuertes contingentes de armamentos fueron trasladados secretamente desde la fortaleza Ozama en Santo Domingo, a Santiago.

Las órdenes del envió las impartió Trujillo y el cargamento fue acompañado por Vidal, Despradel y el ex mayor Ernesto Pérez, el mismo del escándalo con la jovencita Petit, de la sociedad de Montecristi.

La “revolución” comenzó con un “ataque” a la fortaleza San Luis, en el que se simuló una defensa simbólica.

El general José Estrella dirigió las operaciones militares y Estrella Ureña la dirección política del movimiento.

El papel de Trujillo en la capital fue el de paralizar la reacción gubernamental, simulando una adhesión nominal al presidente Vásquez, al mismo tiempo que mantenía férreamente el control de la Fortaleza Ozama y el grueso del Ejército, cuya dirección estaba a su cargo. 

No parece que Horacio sospechara del doble juego de Trujillo hasta el final, pero hay indicios suficientes para aceptar que destacados miembros de su gobierno (Ángel Morales, José Dolores Alfonseca) sospechaban y advertían al mandatario de las pretensiones del alto militar.

Le reiteraron insistentemente del peligro que Trujillo presentaba al frente del Ejército. 

Por su parte, la correspondencia de la delegación norteamericana en Santo Domingo prueba que el anterior ministro, Mr. Young, conoció esas sospechas y habló sobre los rumores que circulaban con el propio jefe milit

ar. El 26 de febrero, dos días después del golpe, el ministro Curtis, que sustituyó a Young, en cable a su gobierno dice: “A pesar de las solemnes seguridades dadas a mi predecesor y a las autoridades de Horacio, ahora es completamente cierto que el general Trujillo conspiraba con los dirigentes revolucionarios y ha traicionado repetidas veces al gobierno”.

Y el primero de marzo, en otra nota diplomática, informa a su gobierno que: “Probablemente en diciembre (Trujillo) vació el fuerte de Santo Domingo de todas las armas prácticamente disponibles y las envió al fuerte de Santiago. Con toda certeza estaba confabulado con los revolucionarios desde el principio, y nunca rompió con ellos”.

Frente a las insistencias de algunos de sus colaboradores, Horacio llamó a Trujillo para que le informara del estallido del movimiento, el general se excusó diciéndole que estaba enfermo.

Vásquez visitó la fortaleza Ozama y allí Trujillo le juró y le perjuro lealtad inquebrantable. El presidente dispuso que su hombre de confianza, el coronel José Alfonseca, marchara hacia la hoy carretera Duarte, al frente de una compañía de soldados. Pero Trujillo cambio la orden de Horacio y envió a un militar de su extrema confianza, el coronel Simón Diaz, a quien impartió instrucciones de entenderse con los rebeldes.

Vásquez y su esposa, la distinguida dama doña Trina de Moya, autora del himno a Las Madres (Venid los moradores, del campo a la ciudad… y entonemos un himno de intenso amor filial), así como el vicepresidente Alfonseca solicitaron asilo en la legación americana, en las primeras horas del 24 de febrero, cuando se materializó el golpe.

Mr. Curtis volvió a telefonear a Trujillo y éste volvió a reafirmar su lealtad a Vásquez, que no demostraba ni siquiera mínimamente en los hechos. 

Luego de reuniones el derrocado presidente convino en que se designara a Estrella Ureña, como secretario de Interior y Policia, segundo entonces en la sucesión presidencial, y luego, tanto Horacio como el vice renunciaban para dar paso a un nuevo gobierno provisional, presidido por Estrella, aunque claramente en manos de hombres de la confianza de Trujillo, como lo eran Vidal Torres, en la Secretaria de la Presidencia; Jacinto Peynado, en Interior y Policia (sustituyendo a Estrella), y desde luego Trujillo, confirmado jefe del Ejército Nacional.

En los encuentros que dieron paso al gobierno encabezado por Estrella Ureña, se estableció claramente que “NO HABRA RESTRICCIONES CON RESPECTO A LOS CANDIDATOS, SALVO QUE NI ALFONSECA NI TRUJILLO PODRAN SER LOS CANDIDATOS”. 

El hombre de arma a tomar, el “papaupa” del momento, hizo caso omiso a lo acordado con los funcionarios americanos y decidió participar en las elecciones de mayo próximo, con Estrella de vice, apoyados en una confederación de partidos, y por la oposición se presentó la candidatura Federico Velázquez, a la presidencia y Angel Morales, a la vice.

Acto seguido entró en acción “La 42”, un grupo paramilitar dirigido por el tenebroso Miguel Angel Paulino, agrediendo los mitines que obligaron a la oposición a retirarse.

Trujillo, solo, ganó con facilidad. Electo Presidente de la República, Rafael Leonidas tomó posesión el 16 de agosto de 1930, iniciando la dictadura que culminaría el 30 de mayo de 1961.

El vice era Estrella Ureña, que además dirigía el Ministerio de Relaciones Exteriores, pero rompió con el nuevo gobernante meses después y partió al exilio.

Otros ministros, además de Vidal y Despradel, fueron Peynado, Elias Brache, general Antonio Jorge, Aristides Fiallo Cabral, Teodulo Pina Chevalier (tio del futuro dictador), Rafael Cesar Tolentino y Manuel Jimenez.