Durante décadas fue presentada como la clase social emergente, más pujante y una especie de locomotora del impulso económico y social de nuestros países de América Latina. Pero hoy languidece y ya en algunas naciones del continente prácticamente no existe, lo que viene provocando un movimiento firme, contestatario y con visión hacia el futuro.

Es lo que se ha denominado “la rebelión de la clase media”, una especie de aglutinamiento en alternativas sociales que emanan de la sociedad civil y dispuesta a llevar sus luchas hasta las últimas consecuencias porque están conscientes de que de lo contrario irán directamente al sepulcro.

El poder tradicional y sus instituciones no pueden ver esos movimientos como simples acciones de protestas tendentes a llamar la atención. Todo lo contrario, las consecuencias y magnitud de las mismas apenas comienzan a perfilar su rumbo.

La pauperización de la otrora dinámica clase media representa una seria amenaza para la estabilidad del limitado espacio de conquistas dejado por un sistema político en el que un pequeño grupo es inmensamente rico y las grandes mayorías extremadamente pobres.

Desde España, Grecia, Francia, Italia, Egipto, Brasil, Colombia, Estados Unidos, Guatemala, El Salvador, Venezuela, Argentina, Ecuador, República Dominicana y países de la denominada “primavera árabe” se escuchan voces que reclaman la revisión del modelo económico neoliberal imperante, principal causante de la concentración de los recursos en pocas manos y del estrangulamiento y empobrecimiento de millares de seres humanos en el planeta.

Ciertamente, millares de gentes en el mundo están indignadas, agobiadas, frustradas, amargadas, empobrecidas y por qué no hasta ya han perdido la esperanza en el sistema de gobierno que lo conduce hacia una especie de “callejón sin salida”. Y esto, es realmente muy preocupante y peligroso a la vez.
MANUEL DIAZ APONTE

Los servicios públicos ineficientes, ausencia de una verdadera seguridad social, exclusión, desempleo, analfabetismo, carestía del costo de la vida e inseguridad ciudadana caracterizan el diario vivir de muchos países en el mundo actual.

Cuando los pueblos dejan de confiar en sus líderes e instituciones son capaces de cualquier cosa; de salir a las calles con determinaciones extremas y hasta de tomar la justicia por sus propias manos. Diversas épocas de la historia universal registran ese proceder.

Es un cuadro social realmente preocupante que debe ser atendido por los favorecidos de la fortuna, las oligarquías, los funcionarios y burócratas que han cargado con las riquezas de los pueblos desde los gobiernos corruptos, cabildos, el congreso y las demás instituciones civiles y militares.

La mayoría de las quejas de los ciudadanos hoy en día giran en torno al cáncer de la corrupción administrativa que corroe a la sociedad tanto a nivel del sector público como privado. El informe sobre acciones corruptas difundido por Transparencia Internacional en 2011, coloca a Dinamarca, Finlandia y Nueva Zelanda como las naciones que mayor control y reducción de la corrupción tienen el mundo por sus políticas de acceso a la información pública y normas regulatorias para funcionarios estatales y empresas privadas.

En cambio, entre los países latinoamericanos menos corruptos están Chile, Uruguay y Cuba. El cuadro sobre América Latina fue el siguiente:

Los 10 países más corruptos de América Latina, según Transparencia Internacional
172 Venezuela 1,9
154 Paraguay 2,2
134 Nicaragua 2,5
129 Honduras 2,6
129 República Dominicana 2,6
120 Guatemala 2,7
120 Ecuador 2,7
118 Bolivia 2,8
100 México 3,0
100 Argentina 3,0