El Gobierno Dominicano está haciendo un gran esfuerzo por fortalecer de modo diferente a las pequeñas y medianas empresas (pymes). 

Durante mucho tiempo, el reconocimiento oficial de que las pymes componen el 99% del universo de empresas y son responsables de cerca del 70% del empleo generado, no había llegado más allá de los habituales ofrecimientos y concesiones que se hacen en reuniones, congresos y campañas electorales.

Las Pymes han sido siempre vulnerables, azotadas por altas tasas de interés, escasez de capital de trabajo y elevadísimos costos energéticos.  Sus consabidas características estructurales y sus relacionamientos con los mercados aprovechando coyunturas de precios o crecimiento estacionario de la demanda de sus productos, las tornan volátiles, impredecibles y dudosamente autosustentables. En el mercado de las pymes miles de trabajadores vienen y van, y miles de familias asociadas sufren las consecuencias.

Ahora el Gobierno, con plena conciencia de la importancia multisectorial de las Pymes, sin descuidar el problema del financiamiento y de la escasez de capital de trabajo, apunta correctamente a las verdaderas aristas del problema de fondo. 

Veamos. 

¿La inserción de la Pymes a la dinámica de los mercados actuales, ¿realmente es una cuestión vinculada exclusivamente a los aspectos de sus recurrentes dificultades financieras? 

¿Invertiría usted dinero en una persona que no conoce las herramientas básicas de la programación para que desarrolle un programa informático para la empresa? Claro que no. Del mismo modo, mal haríamos si apostáramos al éxito pensando en empresas que no conocen el ABC de las buenas prácticas de manufactura, higiene y agrícolas, que no hacen auditorías de calidad a sus procesos, que no disponen de personal adecuado en calidad y no ponen ninguna atención al tema de la capacitación para la internacionalización.


Nuestras Pymes, al igual que la mayoría de sus iguales de la región, tienen información muy limitada para localizar y/o analizar mercados e identificar oportunidades empresariales en el exterior, así como tratar con los escabrosos asuntos de la internacionalización o contactar a potenciales clientes ultramarinos. 

Una ínfima cantidad de su enorme universo estaría en capacidad de desarrollar nuevos productos para mercados exigentes. Están ausentes los hábitos y destrezas para incorporar prácticas empresariales validadas fuera de las fronteras nacionales.  Con mucha frecuencia, puede advertirse que nuestras pymes tienen dificultades hasta para lidiar con procedimientos de exportación y el tedioso mundo de la papelería.

Por otro lado, en las pymes dominicanas no existe una cultura de normalización. ¿Cómo tener éxito en los mercados de países desarrollados sin la estandarización de productos, procesos y sistemas? ¿Sin contar con las capacidades técnicas que las ayuden a cumplir con la enorme diversidad de requerimientos normativos de los potenciales mercados destino de sus productos? ¿Cómo hacerlo si no tenemos la capacidad local de medir y pesar confiablemente lo que producimos? 

Las normas, hilos conductores de la innovación, aportarían a las Pymes el tesoro de ventajas derivado del cumplimiento de requisitos técnicos. La metrología, la ciencia de las mediciones confiables, les evitaría cuantiosas pérdidas que, de ser hoy cuantificadas en sentido acumulativo, superarían con creces todo el dinero que se necesita para inducir una revolución en ellas de comportamiento, de sabiduría técnica y de genuino aprendizaje tecnológico.

Todos estos factores son los que en realidad explican que sólo el 10% de las pymes latinoamericanas exporten parte de su producción. El Gobierno actual los ataca diligentemente con la implementación de novedosos programas de desarrollo y capacitación. Los protagonistas son el CNC y otras instituciones gubernamentales, sin dejar de mencionar los méritos de la necesaria asistencia técnica internacional, especialmente la europea. 

El acceso a los mercados globales no se decide ahora en cumbres políticas ni con acuerdos entre ministros o gobernantes. Los escollos debemos vencerlos sistemáticamente en nuestro terreno, generando y fortaleciendo las capacidades técnicas nacionales, actuando escalonadamente sobre aquellos aspectos de las debilidades que recurrentemente, de una u otra forma, se refieren al aseguramiento de la calidad, inocuidad y seguridad de los productos, a la capacitación y actualización gerencial y al establecimiento y desarrollo de un sistema nacional de innovación.