Periodista Chichi de Jesus

 

A principios del presente mes de septiembre se cumplieron 138 años que el sacerdote, orador y escritor Fernando Arturo de Meriño, juró como presidente de la República, para el periodo 1880-82 Fue un anti-anexionista confeso y desde el púlpito se enfrentó a Pedro Santana y combatió a Buenaventura Báez, en el congreso Nacional. Nació en el paraje Antoncí, provincia Monte Plata, el 9 de enero de 1833 y ofició su primera misa en 1856, a los 23 años. 
Además de orador excelente, fue un intelectual de amplia cultura, filósofo y político liberal, aunque en algún momento de su vida de estadista se vió obligado a tomar decisiones que resultaron controversiales, como el caso del famoso “Decreto de San Fernando”.

Al margen de esas indiscutibles cualidades, Meriño era “un macho cabrío”, que llegó a cautivar algunas esferas femeninas. Los historiadores refieren los vínculos ascendientes del obispo con un famoso cardiólogo y con un prominente orador en la Era de Trujillo. También con la dama Amelia Franschini, cuyo nombre lleva una calle del sector Los Prados. Los historiadores hablan de la enemistad que por siempre mantuvo el Padre Billini, con el ex presidente, debido a que el obispo aspiraba las caricias de María Nicolasa Billíni, hermana del filántropo. Debido a la resistencia de la profesora las autoridades educativas suspendieron las contribuciones del gobierno al colegio que dirigía la señorita Billíni. Y más adelante, se dispuso su traslado al poblado de San José de los Llanos, en la región Este, donde fue bautizada con su nombre la escuela pública del lugar.

Cuando estaba en ebullición la anexión a España por parte de Santana, Meriño tenía apenas 33 años de edad. El obispo hizo todo lo posible para evitar la pérdida de la soberanía nacional y organizó un movimiento armado, cuyo jefe era el general Eusebio Manzueta. Mucha gente estuvo comprometida con el movimiento, pero a la hora de la verdad el plan falló porque el general José Leger, responsable del golpe en la capital, denunció a Santana la conspiración. Santana, visiblemente molestó y dispuesto a materializar por cualquier vía de hecho, llamó al cura a que le acompañara al balcón del Palacio Nacional, desde donde el coronel Manuel Abréu, leía el manifiesto de la anexión. Al finalizar la lectura, Santana invitó a Meriño a firmar el acta, a lo que el sacerdote se negó y el dictador dispuso su deportación.

Al triunfo de la Restauración, en 1865, volvió a su Patria y fue escogido para presidir la Asamblea Nacional, mientras Báez juraba como Presidente de la República.
En un magistral discurso pronunciado en presencia de Báez, le enrostró al nuevo mandatario los errores cometidos durante su ejercicio político. Esa pieza, por su elocuencia, ha servido a varias generaciones como ejemplo de su brillante oratoria. El ilustre sacerdote utilizó la tribuna política y sagrada para criticar con su ardiente verbo las antipatrióticas acciones cometidas por los dos tiranos (Santana y Báez), a quienes definió como “traidores, oportunistas y enemigos del pueblo".

En una de esas memorables intervenciones hacia el Presidente Báez, el llamado “Pico de Oro” hizo un conjunto de advertencias respecto a la forma de gobernar. “Gobernar un país, vos lo sabeis, ciudadano Presidente, es servir sus intereses con fidelidad y rectitud; hacer que la ley impere a la propiedad, afianzando el amor al trabajo con todas las garantías posibles; favorecer la difusión de las ciencias para que el pueblo se ilustre y conociendo sus deberes y derechos, no de cabida a las perniciosas influencias de los enemigos del orden y de la prosperidad; cimentar sobre bases sólidas la paz, interior y exterior, para facilitar el ensanche del comercio, de la industria y de todo los elementos de publico bienestar; esforzarse, en fin, Señor Presidente, en que la moralidad eche hondas raíces en el corazón de los ciudadanos, para que de este modo el proceso sea una verdad, se ame la paz y se respeten las leyes y las autoridades”.

En la última parte de su discurso, frente a Báez, el prelado insiste en su interés de que para gobernar a la Nación sean escogidos los buenos patriotas y los hombres de principios, por cuanto éstos, (los hombres buenos) “están siempre dispuestos a prestar sus servicios a los gobiernos progresistas y liberales, a los gobiernos verdaderamente nacionales”.

Meriño era hijo de Pedro María de Meriño y María Bruna Ramírez. Sus padrinos José Antonio Hernández y María de Jesús Ramírez lo llevaron a vivir siendo niño al barrio San Carlos, de Santo Domingo, pero no se ha establecido a traves de quién o por quién logró entrar al Seminario Conciliar, aunque se estima que fue a través del arzobispo Portes.

Una de las principales calles de Santo Domingo lleva el nombre del ilustre hombre público y la provincia donde nació, Monte Plata, también fue bautizada con el respetable nombre, durante el gobierno de Salvador Jorge Blanco.