Vemos cada dÃa a personas que necesitan crearse un dios que les permita vivir su cotidianidad. Siendo presa fácil de la influencia de los mercados productores de Ãdolos, como necesidades tiene el ser humano, reflejo brutal de una sociedad vacÃa, limitada a sus mil experiencias y su pequeño universo, emboscada por un pensamiento costumbrista, y cuya alma no puede satisfacerse con ninguna grandeza material. Esta estéril libertad, la inestabilidad de las tendencias filosóficas y la inmediatez del mundo de hoy, inhabilitan la honesta búsqueda del verdadero Dios.
En consecuencia, los Ãdolos son la panacea escapista, atenuante de la realidad, que suplanta la verdad, pero en IsaÃas 44:6 nos fue dicho: “Yo soy el primero y yo soy el último, y fuera de mà no hay Diosâ€.
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